martes, 5 de diciembre de 2017

Por el camino encontramos las respuestas



Cuando “encontrar qué está en conflicto” se convierte en un bocado que creo que necesito:
Cuando intentamos encontrar el conflicto que originó una “enfermedad”, nos podemos acabar adentrando en un nuevo conflicto, en este caso de bocado, especialmente si creemos que podemos morir si no conseguimos ese bocado "¿cuál es el conflicto?" Es una pregunta habitual en el entorno de la Nueva Medicina Germánica. Casi siempre nuestra pregunta parte de la suposición de que estamos haciendo algo mal, por lo que “tengo que hacer algo para resolver esto”.
Está claro que si sabemos que la causa de nuestro problema está en un conflicto que estoy viviendo hemos de indagar acerca de todo lo que nos ha sucedido a fin de resolver el conflicto. Sin embargo, el hecho de que consigamos dilucidar esa causa no dependerá de cuán obsesivamente busquemos. De hecho, la búsqueda desesperada a veces nos aleja de la información que buscamos. La necesidad no acostumbra a ser un buen camino hacia la comprensión.
Si observamos nuestra vida, cuando hemos tenido momentos de comprensión ésta ha aparecido normalmente de repente y nadie nos ha tenido que convencer de nada. De repente todo se comprende, como cuando pones una pieza en un puzle y todo encaja. Cuando intentas hacer un puzle es esencial para ir avanzando tener la mente tranquila e ir probando. Si te desanimas porque nada encaja te atrasas, forzando piezas o cometiendo errores.
¿Y si no no hay nada que estemos haciendo mal y sólo se trata de un camino?
Es difícil saber por qué nos pasan cosas en la vida. Internet está llena de información de todo tipo al respecto, con miles de creencias imposibles de verificar. Esa imposible verificación supone un enorme negocio para mucha gente que va emitiendo teoría tras teoría. Nos venden un mundo “lógico mecánico” en el que si sabes la clave correcta ya no sufrirás más ni tendrás conflictos. Pero a poco que uno observe se da cuenta de que no es cierto. La vida continua con sus retos, tengamos o no fórmulas de éxito. De repente, el que estaba arriba en pleno éxito está abajo y al contrario. Las personas que viven alguna necesidad se convierten en víctimas vulnerables de todo tipo de negocios. Muchas personas se quejan de haberse gastado verdaderos dinerales en terapeutas o talleres. Tuvieron sus momentos de esperanza y de falso resplandor para al final darse cuenta de que tienen que atravesar ese bosque que se presenta tan lleno de peligros. Para salir del bosque hay que atravesarlo.
Recuerdo haber leído una anécdota de un autor, Richard Moss, que durante años ejerció de gurú. Tras escribir algunos libros inspirado por ciertos descubrimientos internos, fue seguido por muchas personas, que cuidaban de él y le servían, como a tantos cientos de gurús. Él se tenía a sí mismo como una persona más sabia que los demás y vivía en un mundo de algodón. Pasados unos años se enamoró de una mujer que vivía en la ciudad con sus hijos adolescentes. Moss dejó su ashram, donde vivía con sus seguidores, trasladándose a vivir con ella. Allí, según sus palabras, pasó de ser el venerado maestro sabio al “hijo de puta que vive con mamá”. Para los hijos de esta mujer, él no era nadie especial, sino más bien un enemigo despreciable. En ese momento, él tuvo que encarar un nuevo reto y tras experimentarlo a fondo escribió un nuevo libro compartiendo sus experiencias.
¿Podemos evitar los conflictos?
Entramos en conflicto cuando algo nos supera. Y no es con fórmulas de Internet o de cualquier libro como conseguiremos resolver nuestro conflicto, sino transitando el camino que nos lleva a una comprensión más amplia de lo que sucede. Y a veces ese camino es muy largo. A menudo es tan largo que parece que nunca se acabe. Y no tenemos la garantía de que no dejemos la vida en ese camino. Realmente, nos puede suceder a cualquiera, dependiendo de la magnitud de los eventos que vivamos en nuestra vida y de nuestra capacidad para resolverlos.
Hay ciertas circunstancias en la vida que no vamos a conseguir evitar ni a aceptar tan fácilmente con ninguna fórmula mágica. Si nos sucede como al doctor Hamer y nuestro hijo recibe un disparo y se mantiene entre la vida y la muerte, cualquier padre o madre que ame a sus hijos va a sufrir un conflicto, por más que haya leído mil manuales. Si no tenemos dinero y nuestros hijos pasan hambre estaremos en un conflicto activo buscando resolver el problema aunque asistamos a miles de talleres que nos vendan soluciones fáciles y lógicas a nuestra carencia. La ventaja es que si no tenemos dinero nos ahorraremos muchos talleres y es posible que avancemos con mejor pie. Múltiples circunstancias, muchas de ellas sociales, harán que la persona logre o no resolver ese problema. Beethoven no lo logró jamás y Mozart tampoco. Para cierto arte no es fácil la supervivencia en esta sociedad de consumo rápido. Aunque hubieran participado en muchos talleres quizá no habrían conseguido cambiar nada. ¿Qué sabemos realmente? Que conste que no tengo nada contra los talleres o los terapeutas, pero la altura y verdadera eficacia de ellos se mide en la invitación a transitar el propio camino sin atajos. El acompañamiento compartiendo los propios recursos producto del propio camino sin vender humo ni falsas esperanzas.
Lo que verdaderamente ayuda a mantener cierta calma en medio de las tormentas que generan los conflictos es la confianza en que lo que nos sucede no es porque sí, ni porque tenemos mala suerte, ni porque un dios omnipotente nos ha enviado ese trance. De igual forma que hemos comprendido que todo tiene un propósito en el organismo, podemos intuir que algún sentido pueda haber tras lo que nos sucede. De cualquier forma, no lo podemos cambiar. Aunque miles de coaches nos digan que sí y nos vendan sus cursos, al pasar los años nos damos cuenta de que lo que nos permite llegar a los lugares es transitar los caminos. No hay atajos, porque la comprensión nace de la vivencia. Antonio Machado lo reflejaba muy bien en su diálogo de gitanos: “¿Cómo vamos compadrito? Dando vueltas al atajo”. De eso hay que liberarse si uno quiere caminar con un paso más firme. "Se hace camino al andar", decía el mismo autor.
Resolver el conflicto sucederá en el momento justo. De la misma manera en que en una película vamos comprendiendo el argumento a medida que avanza la película, en nuestra vida sucede lo mismo. Los problemas no se acaban hasta que realmente llegan a su fin y los conflictos no se resuelven hasta que realmente se resuelven. Tanto como pacientes como terapeutas, de repente hablando con alguien o en solitario comprendemos lo que está ocurriendo, sin lugar a dudas: ese es el momento justo y es fácil reconocerlo. Pero no se puede forzar.
A veces me pregunto qué hizo que mis parientes o amigos murieran de cáncer antes de que yo conociera la NMG. Algunos de esos procesos es posible que hubieran acabado con éxito de haber sabido lo que sé ahora. Pero sucedió antes y yo no lo elegí. De la misma manera que si nos vemos a nosotros mismos ante un proceso veremos que no lo podemos controlar. Cada tejido se tomará su tiempo para repararse y como máximo nosotros tendremos que colaborar con paciencia y comprensión, tratando de no generar nuevos conflictos. Si entramos en solución de algo muy antiguo tendremos que vivir con ello y llevarlo con la máxima calma y comprensión. Y nuestra vida está llena de antiguos conflictos que se iniciaron probablemente ya desde que estábamos en el vientre de nuestra madre, así que es probable que no podamos evitar entrar en solución de algún tema u otro, especialmente si somos personas que viven a fondo la vida. Sé que hay muchos vídeos que hablan de cómo la creencia lo cambia, pero de momento no he visto a nadie que haga cicatrizar una herida a voluntad. Sólo lo he visto en vídeos. Cuando lo vea lo podré validar. Antes se tratará de una creencia. No lo niego (al contrario, pienso que todo es posible), lo que digo es que las personas que creen en ello sin haberlo validado en su propia vida caminan por encima del barro y quizá necesitarían toda su energía para hacerse cargo de lo que verdaderamente les ocurre en lugar de malgastarlo de un lado para otro, gastando tiempo y dinero.
Centrarse en el presente nos posibilita confiar en que la información que tenemos es perfecta para el momento presente y que a cada momento tendremos la información que vayamos necesitando. Y si hay algo que podemos realmente hacer es: caminar, seguir avanzando, levantarnos si caímos, aplicar lo que aprendimos...
La única manera de llegar a comprender es avanzar en el camino para tener mejor y más amplia perspectiva de lo que se andó. Para ello hay que levantarse cada vez, confiando en que llegado el momento se comprenderá lo que ahora no se ve con claridad. Como terapeutas, lo más importante es animar a seguir caminando. Ofrecer esa mano que anima a levantarse y a seguir. Esa mano que confía verdaderamente en la vida.
Seguir caminando es una clave fundamental de la curación y de la salud. No un atajo, sino una verdadera llave que nos abrirá una puerta a una mayor comprensión.

Marisa Ferrer

5/12/2017

martes, 14 de noviembre de 2017

El DHS: El suceso que inicia nuestras "enfermedades"



Cuando intentamos comprender de qué se trata esta nueva visión acerca de la salud, nos damos cuenta de que un factor esencial es el DHS, el Síndrome de Dirk Hamer.
El doctor Hamer lo llamó así porque se dio cuenta de la muerte de su hijo inició un proceso biológico en su vida, lo que habitualmente llamamos enfermedad. Tras investigar de manera metódica y exhaustiva, vio de manera muy evidente que toda enfermedad se iniciaba con un evento imprevisto, salvo lógicas excepciones circunstanciales como envenenamientos, traumatismos y carencias nutricionales extremas.

¿Cómo sucede un DHS?



De repente, nos sucede algo ante lo que nos sentimos sobrepasados. No tenemos una respuesta inmediata ante ello y supone un reto biológico para nosotros. De alguna manera supone un peligro para nuestra supervivencia, la de nuestra especie o de nuestro grupo.
La naturaleza tiene previstos programas automáticos para estas circunstancias. Los seres hemos ido incorporando y mejorando tales programas durante la evolución de la vida a medida que hemos ido experimentando y resolviendo nuevas cuestiones. Lo que hemos ido aprendiendo y consiguiendo se ha convertido así en una memoria que se ha ido agregando a nuestra inteligencia biológica. Ante cada nuevo reto biológico, estos programas se disparan automáticamente si no resolvemos las cuestiones conscientemente.
A medida que el ser humano se ha ido desarrollando y adentrándose en nuevas experiencias ha ido encontrando situaciones cada vez más complejas. Su cerebro se ha ido desarrollando en base a la necesidad de gestionar nuevas habilidades y experiencias. Así, del primitivo tronco cerebral, que gestiona todo lo relativo a la supervivencia básica, hemos llegado a la parte más reciente de nuestro cerebro, la corteza cerebral, que gestiona las temáticas relacionales, todos los procesos sociales y de nuestro movimiento en el grupo. Hasta llegar ahí, se desarrollaron el cerebelo, que atañe a todos los temas de la integridad del ser, de su protección y la sustancia blanca, que gestiona las temáticas de nuestra competitividad dentro del grupo, nuestras capacidades y habilidades en relación a él.
Cuando sucede un DHS, la temática con la que instintivamente relacionamos el evento, decidirá qué parte de nuestro cerebro va a gestionar el reto que tal evento supone para nosotros. Así, si por ejemplo nos sucede algo que para nosotros supone un ataque, se iniciarán una serie de transformaciones en ciertos órganos o tejidos de nuestro organismo que serán controladas por el cerebelo y si el evento pone en cuestión nuestra capacidad dentro del grupo el proceso será controlado por la sustancia blanca, iniciándose cambios en los órganos y tejidos gobernados por esa zona del cerebro.

¿Qué características tiene este evento?



Es siempre imprevisto, intenso, dramático y se vive en soledad. Es posible que la persona hable del evento o esté rodeada de personas, pero aún así se siente sola ante la circunstancia, aislada del grupo. Es un evento que le toma por sorpresa y de alguna manera le sobrepasa. No sabe cómo resolverlo, por lo que se dispara automáticamente un programa destinado a asegurar su supervivencia o la de su grupo. Que esto suceda nos da idea de la inteligencia de la vida, de que lo que sucede en nuestro organismo está siempre pleno de propósito, por lo que cualquier enfermedad ha de ser comprendida y curada teniendo en cuenta el propósito tras ella. No hacerlo así ha llevado a la medicina al punto en el que está en el que en general resuelve síntomas, no enfermedades y muchas de ellas acaban llevando a la muerte a la persona o cronificándose restándole calidad de vida.

¿Qué implica el DHS?


El proceso se inicia al mismo tiempo en la psique, en el cerebro y en el órgano. De tal manera, se comenzarán a desarrollar una serie de cambios en su organismo cuyo propósito es resolver a nivel biológico el reto que ha supuesto lo que ha sucedido. En su cerebro se iniciará un foco que irá cambiando a medida que vaya transcurriendo el conflicto y su solución. Al principio, cuando el conflicto está activo en la persona y no encuentra solución, se verá en las tomografías como un punto que paulatinamente se irá rodeando de círculos a medida que va pasando el tiempo sin que la persona resuelva el conflicto. Apartir del momento en que la persona logre resolverlo esa zona se va a llenar de edema. Por lo tanto, si le hacemos un tac cerebral sabremos en qué fase del proceso se encuentra: sabremos algo tan fundamental como si la persona ya resolvió el conflicto, lo cual es fundamental para su curación.

Propósito del proceso que se inicia en la psique, el cerebro y el órgano



El proceso que se dispara tiene pleno sentido biológico: ofrece al individuo una solución, una verdadera oportunidad de adaptarse a la nueva situación y asegurar la vida en su organismo ante el conflicto que se le ha presentado. Para la naturaleza la prioridad es el grupo, por encima del individuo. Por ello, a menudo no se entienden procesos que lleva a cabo un organismo sin comprender su propósito de cara a la supervivencia del grupo. Un ejemplo de ello son los ataques al corazón, los cuales tienen que ver con cuestiones de liderazgo dentro de un grupo.


 Marisa Ferrer

14/11/2017

viernes, 10 de noviembre de 2017

¿Qué actitud tenemos frente a lo que nos sucede en la vida?


A menudo podemos ver dos formas de actuación extremas representadas por dos tipos de personas.
Por un lado, tenemos a los que son esencialmente dominados por su mente y han de resolver todo por la fuerza hasta que las cosas salgan correctamente. Son lo que llamamos “personas fuertes” porque acostumbran a ser extremadamente dominantes. Son personas admiradas socialmente porque se las siente “capaces”. Están siempre enfocadas a resolver problemas y su vida es extremadamente estresante, siempre en combate activo. A su lado, los demás acostumbran a decrecer, porque en su afán de resolverlo todo resuelven también lo de los demás y no les permiten experimentar por sí mismos ni equivocarse, en base evidentemente a lo que ellos consideran correcto. Sus hijos normalmente acaban o bien siendo sumisos o personas que están constantemente en guerra porque no les permiten experimentar por sí mismos y se sienten permanentemente contrariados a nivel muy profundo.
En el otro extremo están las personas que consideran que todo lo manda Dios o el karma y que sólo hay que aceptar lo que ocurre. La mayoría de estas personas han tenido una gran influencia de la religión, que puso el acento en que todo es obra de Dios, del karma o una simple ilusión y no hay que hacer nada porque todo seguirá su curso. Son los que a menudo dicen aquello de "me ha tocado tal cosa o tal otra" o "qué se le va a hacer, la vida es así". Creen que aplicar su voluntad es algo negativo que contraría la voluntad divina. Sus hijos normalmente son niños que se sienten desprotegidos y dejados a su suerte, sin a menudo sentirse capaces de resolver nada ya que no han podido aprender de un modelo en el que la persona haga frente a lo que ocurre. Creen que no vale la pena luchar y se intentan adaptar una y otra vez a lo que les ocurre sin tener en cuenta su propia voluntad. Otros niños con este tipo de padres se vuelven extremadamente combativos porque sienten que si no lo hacen ellos nadie resolverá nada. A menudo se sienten padres de sus padres, invirtiendo los papeles naturales.
La mayoría de personas se mueven constantemente entre esos dos extremos, forzando unas veces y dejando ir en otros momentos.
¿Y de qué sirve reflexionar sobre todo esto?
Es importante que veamos qué creencias inconscientes nos llevan a actuar así de forma casi automática. Porque recuperar la consciencia en nuestros actos es lo que nos permitirá encontrar el punto justo en cada situación de nuestra vida. La justa aceptación de las cosas que nos suceden sin que ello nos prive de aplicar nuestra voluntad tiene que ver con soltar automatismos que hemos recibido de la cultura y la religión y han hecho mella en nosotros, de manera que nos influyen inconscientemente en nuestros actos y nuestras decisiones. La cultura que hemos recibido no nos influirá hasta el punto de perder nuestra propia voluntad si nos mantenemos atentos a lo que sentimos realmente en nuestro interior ante cada situación que se presenta y aplicamos nuestro propio intelecto sobre la situación sin dejarnos influir por creencias.
¿Qué hay tras estas dos formas de actuar?
Tras la primera forma de manejar la vida está una actitud normalmente poco confiada en las fuerzas espirituales y en la vida misma. Uno cree que todo depende de él. Estas personas buscan siempre perfeccionarse, estar informadas de todo cuanto ocurre, tenerlo todo bajo control y ponen un acento importante en prosperar en la vida, porque ello les da idea de que realmente están controlando lo que ocurre. Necesitan sentirse poderosas. Eso les da una imagen frente a los demás de un cierto materialismo. Es una visión masculina, lo cual va más allá de ser un hombre o una mujer. Si observamos el símbolo de lo masculino, veremos que es un círculo con una flecha que sale hacia fuera, actuando en el exterior. Por ello, el poder es una cualidad típicamente relacionada con los hombres. Lo que se valora tradicionalmente en un hombre es el poder. Pero esto sucede en un plano automático. Si la persona se deja llevar por la cultura irá perdiendo su propia feminidad, su capacidad de aceptar lo que ocurre y de relajarse disfrutando de la vida tal cual. Sólo hay que ver las películas de Hollywood en las que el hombre se dedica exclusivamente a prosperar y acaba perdiendo a su mujer y a su familia. También lo vemos en muchas mujeres que adoptan ese papel tradicionalmente masculino. Representan este arquetipo.
La religión tiene una influencia extrema sobre el segundo grupo de personas al que me he referido. Por eso se las relaciona tradicionalmente con una mayor espiritualidad. Ellas se han empapado de la idea de que una fuerza sobrenatural maneja su vida, ya sea un Dios personal o un karma impersonal y lo que les ocurre es por mandato divino. A menudo viven más relajadas que las primeras y se las considera más espirituales, pero en realidad desconocen quienes son y sus propias capacidades. En general, padecen muchos más problemas de desvalorización y se sienten incapaces de enfrentarse a lo que les ocurre. Muchas tienen la sensación de que no tienen buena suerte. Influidas por las religiones de moda interpretan que están quemando karma en esta vida. Por eso a menudo se relaciona espiritualidad con pobreza o falta de prosperidad. Esta es una visión más femenina en el sentido de receptiva. Si observamos el símbolo de la mujer es un círculo con una cruz debajo, con lo que no hay acción en el exterior. Por eso, lo que la cultura valora en la mujer es la belleza, no el poder. Vemos en Hollywood este papel representado por la mujer sumisa que vive dependiente de encontrar a un hombre que la mantenga. De lo único que se tiene que preocupar es de estar bella y de retener al lado a un hombre poderoso. El canal Divinity está repleto de esas películas. Será por el nombre del canal...
¿Cómo podemos liberarnos de los automatismos?
La posibilidad de ser autoconscientes está en los dos grupos. Está claro que ambos han de llegar a experimentar las dos posibilidades saliendo de la polarización automática. Todos hemos de desarrollar las cualidades activas y receptivas para llegar a ser completos en lugar de "medias naranjas dependientes de que las completen". Las relaciones entre hombres y mujeres serán justas y realmente amorosas cuando se llegue a ese punto.
Siendo capaces de detectar lo que la cultura dejó en nosotros podremos salir de los automatismos y ser nosotros mismos en plenitud, haciéndonos cargo de lo que está realmente bajo nuestra responsabilidad.
Esto llega cuando se comprende que uno tiene su propia voluntad en esta vida, que uno viene a experimentar en base a lo que decida vivir desde su impulso interno. Realizar esta cualidad en la vida depende de darse cuenta de la divinidad en uno mismo. Realmente es así. No es algo externo y la única manera de llegar a darse cuenta de ello es experimentar por uno mismo en lugar de dejarse llevar por las creencias impuestas por las religiones o la cultura.
Aprendiendo a escuchar atentamente qué queremos de verdad seremos capaces de detectar también lo que quieren los demás. En ese nivel de la vida no habrá contradicción, porque esas fuerzas internas siempre están en orden. Este es el plano en el que las relaciones entre las personas y los seres en general se hacen posibles en armonía. Es el nivel del Amor. Uno se sitúa ahí soltando automatismos y escuchando a cada momento su verdadero sentir interno. Despojando a toda creencia impuesta de irracionalidad.
Fotografía de Héctor Ibarra Morata Montilla

Marisa Ferrer

10/11/2017

miércoles, 12 de julio de 2017

La vivencia del zodiaco

En todo momento podemos trazar un círculo imaginario a nuestro alrededor donde se unen el cielo y la tierra. Se trata del horizonte. Ese círculo siempre es relativo a quien lo observa, de manera que la salida y puesta de sol son relativas a ese observador situado en un cierto punto.
Además del horizonte, el ser humano ha observado una línea por la que va pasando el sol a lo largo de un año en un fondo de estrellas que forman siempre los mismos dibujos, salvo unos pocos cuerpos luminosos que se mueven entre ellas. Ha llamado a esa línea "eclíptica", porque es la zona donde ha observado que suceden los eclipses. Alrededor de esa eclíptica ha imaginado una franja de 18º, 9º por encima y 9º por debajo, en cuyo interior va pasando el sol, a través de ciertos dibujos que forman las estrellas entre ellas: el zodiaco.
El plano de esta línea que llamamos eclíptica está inclinado respecto al ecuador del planeta en aproximadamente 23,45º y es lo que causa la sucesión de las estaciones.



El aparente recorrido del sol y el resto de objetos estelares por la franja zodiacal ha sido estudiado por miles de años por los sabios videntes y sus propiedades son lo que se ha resumido en números, historias, colores… de los signos. Para quienes lo han contemplado, ciertas formas de animales y seres del zodiaco contienen las claves de los acontecimientos periódicos que se repiten durante la vida de esta creación. No se trata de formas aleatorias carentes de significado, como podría creerse.
Las formas de animales y seres humanos de los signos son de un gran simbolismo. Contienen las claves de los acontecimientos periódicos que se van repitiendo durante la vida en esta creación. Siguiendo cierta periodicidad, ciertos ciclos se van repitiendo mientras van sucediéndose ciertos argumentos. Se trata de la esencia de lo que ha intentado estudiar la astrología a lo largo de todas las épocas y civilizaciones.
Esas formas que adquieren los grupos de estrellas vistas desde la tierra existen como formas-pensamiento en la mente de la Tierra. Los átomos de la tierra en su paso por mineral, vegetal, animal, humano y suprahumano han pasado por esa forma. Así, la tierra estaría moldeada por esos patrones que dan forma a los seres en el transcurso del tiempo.




A través de escrituras antiguas y narraciones han llegado a nosotros relatadas en forma de alegorías ciertas partes de esa memoria recogida en todos los tiempos por sabios videntes. Este cinturón zodiacal contiene las fórmulas de los misterios. En él se encuentran las claves de los relatos de las rondas, razas, individuos y sucesos de su vida diaria.
Según esta visión considerada iniciática, el zodíaco en cuanto a limitación protege al individuo pero también le instruye en su destino. A medida que se despliega su conocimiento, le guía, le muestra el camino de la libertad y la maestría en este universo.
Esos relatos alegóricos están contenidos y forman la esencia de las escrituras sagradas del mundo. Éstas siguen de esta manera ciertas claves astrológicas cuyo conocimiento es imprescindible para descifrarlas correctamente. Según se explica en ciertas tradiciones, las escrituras sagradas son obras impersonales que, en su correcta interpretación, permitirían al ser humano la entrada a la comprensión del universo y su devenir.
Para quien no conoce las claves astrológicas, las historias de las escrituras sagradas no son más que agradables y desagradables historias escritas casualmente por los hombres, con un mayor o menor grado de manipulación a lo largo del tiempo. En su intento por comprenderlas desde el puro análisis formal, el ser humano se pierde en cientos de teorías que no hacen más que introducirlo en una espesa cortina de humo que afecta directamente a su experiencia en este mundo, cerrándole cualquier puerta a la comprensión.
Ateniéndonos a esta dimensión de la astrología, podemos tener un atisbo de la importancia de la clave astrológica y lo grave que ha sido su perversión a lo largo de los últimos siglos, apartándola del conocimiento verdaderamente científico para dejarla desnuda de sabiduría y convertida en una broma pesada difundida por charlatanes sin el más mínimo conocimiento de su dimensión sagrada. Separar la astronomía de la astrología ha supuesto cerrar ocasionalmente la puerta a la verdadera dimensión de este saber. Para un conocedor de las claves, se trata de un doloroso empobrecimiento de la antigua astrología que raya en lo grotesco.
Para la historia oficial, el conocimiento astrológico se remonta hasta Babilonia y Egipto. Sin embargo, a tenor de los estudios lingüísticos de la estudiosa de origen ecuatoriano Ruth Rodríguez Sotomayor, podemos afirmar sin lugar a dudas que, como mínimo, nos podemos remontar mucho más atrás, a etapas que ahora nos parecen remotas y ni siquiera son contempladas por la historia oficial del planeta, lo que la investigadora llama Preamérica. A través del lenguaje como testimonio, como recoge en sus libros, la autora une el conocimiento de Preamérica con el de la India, Egipto, Babilonia, China y las grandes civilizaciones, como un todo indivisible en su dimensión más profunda.

Marisa Ferrer

12/7/2017

sábado, 8 de abril de 2017

Ante la pérdida de un ser amado

Durante mi infancia tenía dos compañeros de juego: mi hermano Santi y mi tío Ángel. Los tres teníamos prácticamente la misma edad: mi hermano era del 61 y mi tío y yo del 62.
Con mi hermano siempre capitaneando trepábamos a todas partes, nadábamos lejos y nos pasábamos la vida encima de los árboles, comiendo fruta a manos llenas. Cuando me daba miedo algún riesgo él me azuzaba para superarlo. Así viví muchas aventuras y aún guardo las cicatrices de muchas de ellas, algunas físicas y otras anímicas, como cuando me caí al agua y tuvieron que rescatarme con una red. Mi hermano vivió siempre experimentando a intensamente la vida y fue el mejor maestro que he tenido con respecto a no dejar que el temor me impida llevar adelante lo que decido.
Sentía a Santi como un guerrero valiente y en las noches inciertas y oscuras me iba a dormir con él. Siempre me acogía a su lado.

Una tarde de diciembre aprendí que la vida cambia cuando menos lo esperas. Pensamos que lo que tenemos en el presente estará con nosotros para siempre, pero nunca sabemos lo que tendremos realmente al día siguiente.
Nadie te prepara de verdad para perder a los seres que amas, a los seres que necesitas a tu lado y de los que crees que no vas a poder prescindir jamás. La vida te demuestra que sí es posible, pero transitando un camino muy doloroso que en algún momento dejarás atrás. Perdí a mis dos compañeros, a mi hermano cuando tenía 11 años y a mi tío hace un tiempo.
Aprendí con la muerte de mi hermano que no hay nada que tengamos que controlar, porque cuando llega el momento de que alguien se vaya, simplemente se va, sin que tu puedas evitarlo de ninguna manera.
Mi hermano murió en casa. Ni en moto, ni en bici, ni escalando ni haciendo deportes de aventuras de esos que tanto temen las madres. Se dio un golpe en la nuca y se fue en un instante, con una sonrisa en la boca. Sin sufrir, pero dejando detrás una familia devastada por el dolor.
Nuestra vida ya nunca más fue igual. Se acabaron las risas de mi madre y su pasión por tener siempre la casa llena de amigos y también la seguridad de mi padre. Mi madre tardó muchos años en volver a reír y la pérdida de mi hermano le dejó una herida abierta que es posible que nunca haya llegado a cicatrizar. Mi padre dejó atrás su entusiasmo y su gran espíritu emprendedor y acabó perdiendo su próspero negocio. En realidad, mi hermana pequeña y yo perdimos no sólo a nuestro hermano sino también a nuestros padres en muchos aspectos fundamentales.
Pero, ¿eso es todo? ¿dolor e impotencia? ¿Entonces, a qué venimos a este mundo?
Esta última pregunta no la puedo resolver, pero puedo decir con certeza que lo que soy en este momento, lo que he desarrollado y lo que me ha llevado a niveles inesperados de mi misma tuvo su inicio en ese evento tan terrible de mi vida. “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio” dice la canción de Serrat. Y es muy cierto. Es triste lo que uno siente, pero no lo es la verdad. Lo que nos acongoja es que no tiene remedio.
Te das cuenta de que es así cuando alguien a quien necesitas muere. La pérdida es más o menos dura en función de tu necesidad y apego hacia lo que pierdes, más que del papel aparente que juegue en tu vida. Depende totalmente del valor real de ese ser para ti. Puedes sentir un gran dolor ante la pérdida de un perro, un gato o un periquito. Una persona cercana vivió un verdadero duelo en su niñez ante la pérdida de una flor.

Y es que estamos acostumbrados a luchar por las cosas y a conquistarlas. Batallamos para que vayan como queremos. Intentamos dominarnos unos a otros o, incluso, a la propia vida, tratando de modelar al máximo nuestra realidad. Se ponen pleitos cuando las cosas no salen como se desea. Se pretende que se pague caro no poder cumplir los objetivos que uno creyó que eran de su propiedad, castigando a quien se interponga en el camino.
Pero luego viene la muerte y ¡zas! Sin solución. Sin vuelta atrás. Y nadie puede entablar ningún pleito con ella.
Por más super-magos que nos creamos, la muerte viene igual y nos arrebata nuestra vida o la de los seres que sentimos imprescindibles. De alguna manera, nos recuerda que nuestra fortaleza no está en nuestra identidad como vivos sino en algún lugar más allá de este mundo.
Unas cuantas noches tras la muerte de mi hermano dormía y soñaba que estaba en algún lugar. De repente, de la misma manera que cortan una película para darte una noticia, en el sueño apareció mi hermano. Su expresión era de una felicidad extraordinaria. Alegría intensa e infinita. Me di cuenta de ello y con los años es lo que más recuerdo: esa expresión tan especial que nunca he visto en personas vivas.
Me dijo: “Me ha costado llegar hasta aquí y he venido sólo para que le des un mensaje a papá”.
Yo le pregunté: “¿por qué te has ido? ¿donde estás?…”
Y él me volvió a repetir: “Es muy difícil para mi estar aquí, por favor dale este mensaje a papá”.
En todo momento mantuvo su dulzura y su expresión de felicidad. Le aseguré que le daría el mensaje a nuestro padre.
Y se fue. Nunca más lo volví a ver, ni en sueños ni en otros planos.
No sabía cómo hablar con mi padre y darle el mensaje. Como dije, mis padres estaban desbordados por el dolor y no hablaban mucho. ¿Cómo inicias una conversación en estas circunstancias y das un mensaje del más allá?
Me fue más fácil comentárselo a mi madre. Ella me dijo: tienes que darle el mensaje a papá. Me consta que es la respuesta a algo que le estaba preguntando a tu hermano.
Unas noches más tarde, estábamos sentados en el sofá mirando la televisión. Se acabaron los programas y mi padre me dijo: “mamá me ha dicho que tienes un mensaje de Santi para mi”. Le transmití el mensaje y mi padre me explicó cuál había sido su pregunta.
Nos quedamos en silencio.
En ese momento se acabó la programación diaria de la tele. Antes se hacía una pausa hasta el día siguiente. Al final de la programación decían un fragmento de los evangelios y después ponían el himno de España.
En el momento en que nos quedamos en silencio tomando consciencia del mensaje de mi hermano dijeron el fragmento que mi padre eligió para el funeral de mi hermano. Mi padre ha sido siempre un hombre muy espiritual y cristiano y eligió un fragmento especial para despedir a mi hermano. Ese fue el fragmento que dijeron ese día y en ese momento exacto.
El impacto de la evidencia fue muy fuerte y mi padre y yo lloramos.
Para mi, el tema de la muerte ya nunca más fue igual.
Sé con certeza que lo que creemos respecto a la muerte es falso. Nada se pierde, aunque esa persona o ese ser deje de participar en este juego que llamamos vida. De la misma manera de que cuando mueres en un videojuego lo único que muere es el personaje.

A estas alturas, no tengo ninguna duda de que mi hermano vino a vivir 12 años exactamente y que me procuró la experiencia más amarga de mi vida, pero sin ella no habría podido comprender mucho de lo que he vivido. Las experiencias que he tenido en cuanto a conciencia se nutren de ese evento sin lugar a dudas. Muchos me perciben como una persona demasiado profunda o que se refiere a planos que les son desconocidos, pero el haber tenido experiencias más allá de la vida hace que veas las cosas de manera muy diferente. No temo a la muerte, pero la respeto y deseo que podamos comprender las cosas sin el dolor que deviene del desconocimiento y la amnesia que padecemos en este mundo.
Marisa Ferrer
8 abril 2017

lunes, 3 de abril de 2017

¿Sabemos realmente lo que damos?

Nos queda claro a todos que para estar en esta vida tenemos que obtener los recursos que nos mantengan vivos y con una calidad de vida suficiente. Si esos recursos no vienen de una situación natal aventajada, nos vemos ante el reto de tener que buscar cómo “ganarnos” la vida, de manera que desde que tenemos una cierta edad nos empezamos a preguntar cual es nuestro lugar en este mundo y qué vinimos a ofrecer.

Una parte de la humanidad, especialmente en occidente, está pasando de una etapa en la que trabajaba para alguien a hacerlo para su propia empresa. De manera que actualmente están surgiendo cientos de webs de negocios online. También vemos decenas de anuncios de cursos o talleres en los que se pretende ayudarnos a tener más paz y gozo en nuestra vida.
Cuando miras una web te das cuenta en seguida de cuando se trata de algo ofrecido desde un genuino conocimiento del tema o simplemente se trata de alguien que vio una oportunidad de negocio y quizá tuvo los recursos para llevarla a cabo.  No tengo ninguna objección moral en contra de ello, pero se tiene que tener claro que el resultado que va a obtener la persona que “compre” ese producto no va a ser de calidad, porque el objetivo que en teoría se fue a buscar no es el que se va a encontrar.
Recuerdo que el pare Basili, que fue ermitaño en Montserrat, me dijo más de una vez que en realidad mucha de la gente que cree que está sanando a los demás los está perjudicando. Él era muy contundente en esta afirmación. Decía literalmente: “todos están obsesionados con dar, dar dar, pero ¡a ver lo que das! Hay mucha gente imponiendo las manos, llamando a su técnica de diferentes maneras (reiki, toque cuántico, imposición de manos...). Pero en realidad no ven ni perciben lo que está sucediendo allí. Simplemente se ofrecen para canalizar a quien sabe qué entidad. A esto se refería especialmente el pare Basili. ¿Cómo sabes a qué entidades estás canalizando? ¿Cómo sabes con certeza que eso le va a beneficiar realmente a la persona que tienes delante? Si impones tu energía al otro, a través de tus manos o tu psique, estás realmente modificando su realidad. Si de verdad quieres ser un transmisor de la energía, un polo receptivo que simplemente transmite la energía de alguna entidad a alguien con un padecimiento, ten conocimiento de la fuente de donde viene esa energía. Si no es así, no conoces lo que se está transmitiendo a través tuyo. A lo largo de la vida he econtrado personas con graves problemas tras “recibir” energía de alguien que le hizo sanación. A veces quedan abiertos portales en estas personas y pierden su integridad, a menudo durante años, hasta que resuelven el problema, si es que lo consiguen. El padre Basili me habló de un chico que acabó lanzándose al vacío en la montaña que era instigado a hacerlo a través de uno de estos portales que había abierto a través de drogas, abriéndose de manera artificial y sin un acompañante experto a mundos para los que todavía no estaba preparado.
Venimos de una educación religiosa que nos ha inculcado que hemos de servir a los demás para ser dignos de estar en este mundo y entiendo que cada uno resuelve esta cuestión como puede. Sin entrar a debatir si es cierto que deba ser así, lo cierto es que para la mayoría se trata de un tema importante que aporta sentido a su vida.
Creemos que es algo que necesitamos buscar, pero si nos obsevamos a nosotros mismos con atención nos daremos cuenta de que en realidad hay muchos temas que hemos trabajado bien y es en esa dirección en la que realmente podremos encontrar una verdadera calidad de vida. Sin embargo, a veces no sabemos ver nuestros puntos fuertes y nos dedicamos a ir a la búsqueda de cualidades o habilidades de las que carecemos. Encontramos fórmulas de “atajos”, vemos posibilidades y nos unimos a ellas con ilusión, olvidándonos de nuestras verdaderas capacidades.
Comparto esta reflexión con ánimo de aportar y no de juzgar. Veo constantemente cursos y talleres de los que por su presentación puedes ver perfectamente que se trata de temas de los que se tiene un conocimiento superficial. A menudo temas que están de moda, por lo que se vio en ellos una oportunidad de ganar dinero. Normalmente se utilizan frases, lemas, ganchos y motivos que se copiaron de otros y que se repiten una y otra vez en muchas webs. I a veces se trata de temas de salud, donde lo que está en juego es el bienestar de una persona.
Si de verdad queremos ser independientes, ¿por qué no buscar mejor entre lo que hemos trabajado bien en la vida? ¡Seguro que lo encontramos! Tengo la certeza de que todos somos realmente buenos en ciertos temas.  Reflexionemos acerca de ello, afinemos y cuando lo encontremos, seamos creativos buscando cómo llevarlo a cabo de manera que sea valorado y nos permita procurarnos una vida digna, en un intercambio sano con los demás.

Eso nos dará la fortaleza suficiente como para no ser pasto de entidades que se aprovechan de nosotros: técnicas con copyright por cuyo aprendizaje nos cobran montones de dinero, nuevas terapias, nuevos oficios de aprendizaje rápido… No estoy diciendo que todo eso no se estudie si se desea hacerlo, ya que siempre podemos aprender de todo. Pero creer que realmente estamos ayudando a los demás sin saber bien lo que hacemos es un asunto muy diferente. Llevo ya casi 40 años en el universo de la salud y he podido verlo una y otra vez. Personas que inician un tema tras otro, en un estado de competición intensa y constante para colocarse en el mercado. Está claro que cada persona que acude a ellas no lo hace por casualidad y seguramente debe necesitar esa experiencia antes de encontrar lo que realmente busca. Sólo hablo de ello para tomar conciencia del tema. Si gobernamos nuestra compulsión por dar antes de actuar y nos aseguramos de que la acción nazca realmente de una certeza podremos saber que lo que estamos ofreciendo es genuino.
La sabiduría que hemos recibido de nuestros antepasados por vía directa nos enseña que hay etapas en las que uno es aprendiz antes de ser maestro, comprobando en sí mismo lo que va a ofrecer. De la misma manera que hay que cultivar bien un jardín para que nos de flores y frutos, necesitamos trabajar cada terreno que pisamos sin prisa, experimentando cada paso. Como todos hemos podido comprobar, el camino que se hace apresuradamente es más largo al final.
Te sugiero que no des nada que no conozcas bien. Sé humilde y valiente en eso si de verdad quieres acompañar al otro hacia el encuentro consigo mismo.
Marisa Ferrer
3 abril 2017

jueves, 23 de marzo de 2017

De sarampiones y contagios

Cuando era pequeña recuerdo que nuestro médico de cabecera llamaba a las enfermedades infantiles “de crecimiento”. A lo largo de la infancia íbamos teniendo ciertas enfermedades víricas y nuestras madres las reconocían en cuanto aparecían. Tenían sus "trucos" para mejorar la calidad de vida de los pacientes mientras se pasaba el proceso. En la mayoría de hogares, cuando uno de los hermanos tenía la varicela o alguna enfermedad infantil se juntaba a los hermanos para pasarlas a la vez. Normalmente se padecían una serie de síntomas durante la enfermedad y después en la mayoría de casos no habían más complicaciones. Según nuestro médico esas enfermedades eran muy beneficiosas y necesarias para la salud que tendrías el resto de tu vida. Así lo creían los médicos tradicionales en aquella época.
Después empezaron las vacunaciones. Se informó de que esas enfermedades se podían complicar en algunas personas y había que eliminarlas inhabilitando a los virus que supuestamente eran los causantes. Quedó atrás la idea de que esas enfermedades podían ser necesarias para el crecimiento de la persona. Y se decidió que los microorganismos que se creían causantes debían ser eliminados.
Cuando llegó el momento de vacunar a nuestras hijas estudiamos los pros y los contras de la vacunación y decidimos no hacerlo, así que nuestras hijas fueron pasando las enfermedades normales de la infancia, incluidos el sarampión y la tosferina. Las dos pasaron cada enfermedad a la vez, con unos días de diferencia como acostumbra a suceder. En el caso de la tosferina todavía guardo los dibujos de las niñas de antes y después de la enfermedad, porque la diferencia es algo muy revelador. Si como se sabe en psicología los dibujos de un niño revelan su interior, está claro que en nuestras hijas sucedió indudablemente un cambio importante que se refleja en sus dibujos. La mayor, que debía tener unos 4 o 5 años, por ejemplo, dibujaba a los seres humanos sin brazos. Tras la tosferina aparecieron los brazos con manos como dos soles rodeados de multitud de vibrantes rayos. Las dos cambiaron de manera muy clara tras la enfermedad.
Hace pocos años tuvieron el sarampión.
Empezó nuestra hija major con 18 años. Al mismo tiempo se reportaron dos personas más en Barcelona, en barrios lejanos al que vive mi hija. Si antes era una enfermedad conocida por las madres y los médicos, ahora ha pasado a ser algo desconocido para la mayoría. Tan desconocidas son esas enfermedades que salimos en las noticias, evidentemente en un tono de reprobación por ser “de esos padres por cuya culpa las enfermedades perduran”.
Nuestra hija empezó con fiebres muy altas y al tercer día empezó a pasarle “algo extraño” en el interior del paladar y se empezó a llenar de manchas muy rojas, así que nos fuimos al médico, el cual nos recomendó ir a urgencias. Allí vieron que era algo vírico y la ingresaron. La tuvieron 3 días y por la habitación pasaron 10 médicos y 6 pediatras, debatiendo acerca de qué podía ser aquello. Cuando empezó a mejorar la dejaron irse a casa y nos dijeron que había sido algún tipo de virus desconocido para ellos.

Al cabo de una semana empezó con los mismos síntomas nuestra hija de 15 años. Cuando le aumentó la rojez ella dijo que no veía bien, que le pasaba algo extraño en la vista. Nos fuimos a urgencias. Como era menor nos atendió una pediatra. Acababa de estudiar la carrera y aquello le sonó a enfermedad infantil. Se sentó a buscar en el ordenador y vino diciendo: “¡ya lo tenemos, es el sarampión!”. La sorpresa fue tan grande que nos echamos a reír. ¡Aquella enfermedad extraña era el sarampión de toda la vida! La doctora nos pidió hacer fotos con su móvil en el interior de la boca de nuestra hija, porque “no tengo oportunidad de ver algo así”.
Nos envió a casa ya que es una enfermedad que no reviste gravedad. Las complicaciones que pudieran surgir casi siempre ocurren en las semanas siguientes al proceso. Ahora tengo claro que se deben a conflictos que la persona ya tenía y se resuelven o recuerdan durante la semana que dura la enfermedad, entrando en fase de solución. La dificultad en la visión se debía a una conjuntivitis habitual en el sarampión, porque se inflaman esas zonas ectodérmicas de la cara y parte del cuerpo.
Uno de los síntomas es la tos. A nuestra hija la tos y la fiebre le estaban durando muchos días y eran de gran intensidad, así que el médico del pueblo, que siempre estuvo siguiendo de cerca todo el proceso, nos recomendó ir a urgencias y hacer una radiografía para ver qué estaba pasando y asegurarnos de que no habían complicaciones. Allí la atendió una doctora del Sahara. Una mujer con mucha experiencia con el sarampión y muy amable en el trato. Tras ver que todo estaba bien en nuestra hija estuvimos hablando.
Me dijo respetuosamente que la medicina creía que a causa de que algunos padres no vacunaban a sus hijos el virus seguía y cada vez más fuerte. Yo le respondí: ¿Y no será que a causa de que la mayoría vacunan el virus necesita hacerse cada vez más fuerte y resistente para cumplir su propósito? No conocemos su propósito pero sí sabemos que la presencia del sarampión es tan antigua como la humanidad misma. Ella se sorprendió porque nunca lo había mirado así y me dijo que bien pensado era muy probable. Era alguien con mucha experiencia en sarampión que trabajaba en la sanidad pública. Si no sabemos cual es el propósito de la enfermedad no podemos poner nada en la balanza en el lado contrario a las complicaciones que puedan haber. No podemos asegurar que no tenga un propósito positivo para la salud del ser humano a lo largo de su vida.  ¿Podemos estar seguros de que algún día el haber pasado el sarampión no será crucial si experimentamos, pongamos por caso, una leucemia? Es un ejemplo de algo que podría suceder. En nuestro afán por vacunar nos ponemos unos anteojos que nos impiden ver nada más allá de lo que se nos permite.
Si el virus está aquí desde hace millones de años debe tener un propósito. Para cumlir con ese propósito él mutará y hará lo que nea necesario para llevarlo a cabo, de manera que quizá una enfermedad que antes no revestía mayor importancia y se pasaba en su debido momento en la infancia, ahora se acaba pasando con mayor intensidad y a una edad más avanzada.
También tuvimos oportunidad de hablar con otro doctor de la sanidad pública que me dijo: “esto no lo puedo decir oficialmente, pero tengo claro que el motivo tras la vacunación es económico”. No estamos hablando de un médico anti-vacunas, sino de un hombre a punto de jubilar que ha pasado toda su vida atendiendo enfermos. Me dijo literalmente: "Para la sanidad pública es más barato que la población no pase estas enfermedades". Durante el proceso nos dimos cuenta de que en silencio son muchos los médicos que dudan de las versiones oficiales y están investigando.
En nuestra visita de seguimiento concertada para un mes después de la enfermedad con la doctora que atendió a nuestra hija cuando estuvo ingresada nos comentó que dos enfermeras del hospital habían tenido el sarampión. Y que no había ninguna posibilidad de que el virus hubiera venido de nuestra hija. Dijo que lo habían estudiado a fondo y que de ninguna manera el virus podía haber viajado de nuestra hija a las enfermeras. Además, ellas eran de dos plantas diferentes muy distantes y tuvieron el virus los mismos días prácticamente.
Mirando estos hechos surgen varias cuestiones:
  • Puedo estar equivocada en mi reflexión, pero estamos apostando por un modelo de salud sin cuestionarlo y criminalizando a las personas que no están de acuerdo y no lo siguen. Se puede llegar al punto de quitar la custodia a unos padres que deciden no seguirlo por el bien de sus hijos. Esos padres buscan el bien de sus hijos y si no tienen claro que es lo oficial son capaces de no seguirlo, teniendo en cuenta que lo que está en juego es la salud de sus hijos. ¿Y si dentro de unas décadas se demuestra que aquellos padres tenían razón? ¿Y si gracias a esos padres que lo cuestionaron se impidió seguir en un gran error a nivel médico? Se tiene una fe tan enorme en los médicos que ha pasado a ser casi una religión y se olvida que quienes están detrás de las grandes decisiones son las industrias farmacéuticas. Y si los médicos no cuestionan lo que les enseñan en las carreras subvencionadas por los laboratorios los padres se ven obligados a buscar alternativas que han investigado por su cuenta, más o menos ciertas. En este momento, hay una gran desconfianza en muchas personas acerca de la medicina a causa de la evidencia de la influencia de los intereses comerciales detrás de la mayoría de tratamientos y diagnósticos. No se puede pretender que las personas no piensen por sí mismas y no "desobedezcan" los dictados oficiales si la vida de sus hijos está en juego. Personalmente conozco varios padres cuyos hijos murieron tras la vacunación y tienen claro que ella fue la causa. Ninguno de estos casos fue investigado. Simplemente se les dijo que la vacuna no tenía nada que ver.
  • Si es cierto que esas enfermedades son necesarias para el crecimiento saludable de la personas nos estamos complicando la vida. Quizá mucho más de lo que nos pensamos. Y entiendo que es muy desagradable padecer esas enfermedades, pero no conocemos su propósito.
  • Para poder hacer un estudio serio de los pros y los contras de las vacunas deberíamos recoger información que ahora no se tiene en cuenta. No se reportan síntomas o complicaciones que no se consderan producto de las vacunaciones. Además, si creemos que los microorganismos son “malos” no consideramos el valor que pudieran tener para la vida y por lo tanto no sumamos su eliminación a la lista de inconvenientes de la vacunas. Si una persona supiera que por ejemplo un sarampión le va ayudar años más tarde a superar una leucemia quizá decidiría no vacunarse. Es un supuesto, pero nadie me lo puede rebatir en este momento con argumentos verdaderamente científicos en la mano, argumentos no “involucrados” en un interés comercial. Mientras los estudios no tengan en cuenta estas consideraciones para mi no tienen validez.
  • Y si fuera cierto que estas enfermedades son necesarias, ¿cuál es el propósito a nivel evolutivo de cada enfermedad infantil vírica, por tanto relacionada con cuestiones del ectodermo? Podemos intuirlo analizando los síntomas y ubicándolos en las edades en que más habitualmente esas enfermedades se darían de manera natural en los niños. Queda un campo muy interesante por investigar al respecto.
  • ¿Qué es un contagio realmente? Hay que replanteárselo seriamente a la vista de los datos que avisan de que la teoría no encaja con la realidad. ¿Cómo dos personas en el mismo hospital viven en mismo proceso sin que un microorganismo haya viajado de una a otra? Sabemos que ocurre así una y otra vez y no se puede seguir girando la cabeza para no ver la evidencia.
  • ¿El virus del sarampión es el causante del sarampión o sólo participa en el proceso? Si vamos a un incendio y vemos a un bombero en su interior podemos errar pensando que él fue el causante del incendio.
Conocí las 5 leyes biológicas descubiertas por el doctor Hamer, que incluyen una revisión de lo que son los microorganismos y su participación en los procesos que viven los seres y desde entonces voy comprendiendo y atando cabos respecto a las dudas de lo que no me encajaba de la visión actual de la medicina. Recomiendo el estudio a fondo de las 5 leyes a todos los médicos y terapeutas cuyo propósito sea realmente acompañar a las personas para que tengan la mejor salud posible. Sin ese conocimiento gran parte de la medicina (tanto oficial como alternativa) se convierte en ir dando palos de ciego con unas consecuencias que se desconocen.
Marisa Ferrer
23 de marzo 2017

viernes, 3 de marzo de 2017

¿Qué implica confiar en los demás?

Cuando entras en las redes sociales encuentras a menudo comentarios afirmando lo idiotas que son los demás y sugiriendo que se es más inteligente y despierto y que se posee el conocimiento acerca de cómo deberían ser las cosas.
Se utilizan frases como: "sé tu mismo", "escucha a tu propio Ser", "síguete a ti mismo"…
Sin embargo, al encontrarse realmente frente al otro, se le rechaza directamente si no sigue los modelos ideales. Le imponemos nuestra teoría y nos permitimos tratarlo de borrego, idiota, dormido…
La verdad es que viendo esas actitudes te planteas qué tipo de mundo crearían esas personas si tuvieran poder, porque se sienten superiores y creen que tienen potestad para tratar al otro de imbécil. Puedes imaginarlos como padres o parejas realmente difíciles.
Sustenta esa actitud la creencia de que uno nació más dotado en su inteligencia o recursos. Uno tuvo mejor karma por haber sido más bueno en otras vidas y por eso es más inteligente, fue un mejor hijo o estableció una mejor relación con los dioses. Cada religión o ideología nos ofrece un razonamiento de ese tipo que nos permite sentirnos elegidos, incluso salvadores. De esa manera se acaba justificando imponer los puntos de vista. La historia está llena de ejemplos de este tipo de mentalidad. En cada cultura encuentras el camino para sentirte mejor que los demás.
Y a medida que avanza mi vida me doy cuenta de que se trata de una visión distorsionada de los demás. Una visión que nace del interior de uno y se refleja fuera. Lo que veo fuera no es independiente de mi propia identidad sino su reflejo.
¿Cómo sabes que el otro se equivoca en su particular camino? Aunque tu lo percibas como alguien manipulado, ¿cómo sabes que esa experiencia no es la que vino a vivir? Y lo más importante, ¿qué te hace pensar que tú no estás siendo también manipulado? Sorprende que uno no se plantee esa posibilidad.
Incluso en lo que nos parece más evidente, se trata sólo de nuestro punto de vista en base a nuestra experiencia particular.
¿De quién es este mundo? ¿Cuántos mundos hay en este?
Se ha puesto de moda decir: “Éste no es mi mundo”. Se utiliza ese gancho incluso en muchos anuncios. Pero, entonces ¿de quién es? Este mundo es tan mío como de cualquier dios o ideología que se lo quiera apropiar para modelarlo a su gusto. Incluso aunque hubiera sido diseñado por arquitectos del espacio o de cualquier nivel imaginable, lo cierto es que en mi presente este es mi mundo y nadie ni nada tiene potestad para subyugarme. Sé que es así, porque esto habla de mi en esencia, lo único que realmente conozco.
La pregunta de si estamos aquí atrapados es una gran pregunta: ¿vine por mi propia voluntad o fui obligada o engañada para venir y ahora no puedo liberarme?
Si miras lo que se publica en Internet con cierta perspectiva ves paquetes de ideas acerca de este tema que van volando por la red. Son unas cuantas posibilidades con explicaciones acerca del mundo y la gente se las apropia si les encajan. Se identifican y se acomodan en ellas.
Identificarnos con una idea supone un gran alivio ante la incertidumbre vital. Nos ayuda a sentirnos más seguros y protegidos porque le encontramos un sentido a la vida y necesitamos esa sensación. Se siente peligro sin referencias porque se necesita encontrar un sentido a lo que sucede.
Pero desde unas referencias uno va ampliando su horizonte. Llegas a un punto y amplias más allá. En los momentos en que esto se mueve parece que se caiga el propio mundo y saltan las alarmas internas de protección personal. Hasta encontrar un nuevo sentido se siente confusión, porque no se ve el plano total del nuevo nivel de percepción.
Hay que reconocer que siguiendo modelos o patrones la vida es más cómoda. Ya conocemos su sentido y así no tenemos que vivir el vértigo de encajar algo nuevo que no comprendemos. La mayoría de juicios y críticas nacen intentando no moverse de ese punto. Si no fuera así no nos molestaría lo que dice o hace el otro. Darse cuenta de esa molestia sin saltar hasta comprender qué es lo que nos molesta nos permite percibir en qué supone un peligro para mi mundo la presencia del otro. El desprecio y la crítica se hacen desde esa molestia. La paranoia también. Es una alergia que nos impide tener contacto con lo que se rechaza. Ninguna de las dos llevan a la integración.
Por eso, las personas sencillas y tradicionales nos hacen sentir bien. A menudo se las idealiza como casi perfectas. Les damos un valor por encima de los demás, porque vemos coherencia en ellas. Pero me ha ocurrido varias veces en la vida que al convivir con esas personas he ido viendo sus limitaciones y cómo les cuesta ampliar su visión acerca de las cosas, incluyendo nuevas posibilidades que les aportan los demás. En algún momento ellos también se moverán. Sus referencias anteriores no darán sentido a lo nuevo que les ocurra y necesitarán ampliar su perspectiva, cuando lleguen sus ciclos oportunos.
Es incómodo o hasta inquietante escuchar a personas con las que no nos identificamos, así que a menudo no hacemos ni el más mínimo esfuerzo escuchándolas, asumiendo que no van a tener nada que aportar a nuestra vida. Les rechazamos y nos alejamos al máximo posible porque no se está bien allí sin identificar ningún aspecto en común en esa persona.
De manera que en nuestros encuentros con los demás, cada uno protege su idea. Las alarmas internas personales saltan defendiendo nuestra idea a ultranza ante la perspectiva de tener que confiar en que la aportación del otro no es casual.
Discutir crispados no nos lleva a ningún lado, solo aumenta las brechas. Cuando uno debate crispado, en realidad está sucumbiendo a su ideología, creyendo que no tiene nada que escuchar. Para que haya una conversación ha de haber un emisor y un receptor. Si sólo hay emisores no hay comunicación. Se trata de Marte sometiendo a Venus. A menudo esos emisores van levantando la voz hasta llegar a los gritos porque el otro está cada vez más lejos.
Para debatir hay que acercarse, no alejarse. Por eso ninguna imposición resiste el mirarse a los ojos o la sonrisa sincera.
Todos estamos de acuerdo en que está el ambiente social intoxicado en este momento. La manipulación de la sociedad vía noticias, iniciativas de ingeniería social, opiniología constante en los medios... han hecho su trabajo. Y nos molesta que los demás se dejen tomar el pelo, cuando vemos que es evidente que está sucediendo.
¿Es todo esto casual? ¿Cuál es nuestro papel en este momento de la historia?
Incluso en el supuesto de que estemos aquí atrapados en este mundo, algo que en el fondo no sabemos, la batalla de cada uno es interna. Cuando se cree que no es así y que hay que modificar por la fuerza, sucede que un grupo decide por los demás y se carga a cuantos haga falta porque ve "al enemigo" en ellos. ¿Cuántas veces nos ha pasado ya como humanidad? Ves sus razones y siempre implican el despreció hacia el otro: sea persona, animal, planta o mineral.
Tengo claro profundamente que tal camino no va a liberar a nadie.
Es absurdo hablar de seguirse a uno mismo, de seguir el propio camino y después gritarle al otro que despierte y decirle que es un borrego, sugiriéndole en el fondo que te escuche a ti y no a sí mismo. Realmente el borrego eres tu cuando haces eso, porque tienes un pastor que es tu ideal y quieres que sea también el pastor de los demás.
¿Qué nos hace pensar que somos mejores que los demás? Es un pensamiento de una ignorancia abrumadora.
Aunque seamos agudos y brillantes pensadores lo que aportamos siempre es nuestra parte, que no es el total.
Si ejercemos de salvadores sin confianza ni respeto, considerando a los demás un error, nos adentramos en la creencia de que la vida realmente no tiene sentido o hay un enemigo que nos va a machacar. Tenemos a alguien delante pero sólo vemos “a otro” y no somos capaces de ver a la vida a través de sus ojos y aprender lo que nos viene a enseñar. Así tampoco nos liberaremos de nada, porque no estamos conectando con lo más esencial.
Si el otro es un “muerto viviente” sin criterio es un problema para él. El tendrá que librar sus batallas y yo las mías.
En el fondo lo que uno se demuestra en cada experiencia es si la vida tiene sentido. Por eso hablo de confianza.
He encontrado en la vida los seres más disparatados y que más rechazo me provocaban y sin cerrarme a la experiencia del encuentro real han traído grandes revelaciones a mi vida.
A cada avance el sentido se te acaba revelando. Ser conscientes de ello nos permite mantener la confianza cuando parece que todo pierde sentido.
Entiendo a los filósofos cuando dicen: a medida que más sé, me doy cuenta de que no se nada. Nos acabamos dando cuenta de que nos movemos por el mundo ampliando nuestra perspectiva constantemente.
Marisa Ferrer
3 de marzo 2017



martes, 17 de enero de 2017

NÁYADHI: Entrar en el cuerpo

De vez en cuando me gusta sentarme en silencio en un lugar muy especial de Girona. Se trata de un pequeño templo en el que meditan las 24 horas unas monjas de clausura. Es un espacio muy sencillo que invita al silencio, situado en una calle con escaleras donde no se llega en coche y no hay ruidos, excepto cuando hacen sus misas y cantan (lo suyo no es el canto y desafinan que da gusto).
Un día en particular, en el año 2004, pasé cerca de allí y sentí la necesidad de sentarme un rato en silencio. Inicié de manera espontánea un ejercicio cuyo resultado me sorpredió tanto que integré su práctica en mi vida y me es de gran ayuda.


La práctica:
Tras sentarme, llevé mi atención al cuerpo. Sentí molestia en alguna zona y en lugar de intentar calmarla simplemente la observé. Estuve un rato así y noté cómo empezó una sensación en otra zona. Me di cuenta de que el cuerpo no hacía aquello casualmente, así que seguí atenta, permitiendo que sucediera sin interferir. Poco a poco, con el paso de largos minutos, fueron apareciendo otros dolores y sensaciones de mayor o menor intensidad. Seguí observando. En muchos momentos notaba 4 o 5 sensaciones a la vez en diferentes zonas del cuerpo: por ejemplo un pinchazo en el dedo, una pesadez en el estómago, una sensación de falta de aire en la respiración, tensión en el ojo… Yo sólo observaba. Cuando necesitaba moverme lo hacía sin perder el hilo durante el movimiento. Me levanté varias veces estirándome, bajé mis brazos hacia el suelo o zarandeé alguna zona del cuerpo. Sin distraerme con los movimientos, seguía observando en una actitud plenamente amorosa y confiada, sin dudar de que todo estaba bien ni intentar hacer algo respecto a los dolores. Recuerdo que mi único pensamiento era permitir que aquellas sensaciones se dieran el tiempo que hiciera falta, sin interferencia. Incluso les hablaba internamente a las sensaciones: fluye, sigue, ve... Sentía que se trataba de la vida misma fluyendo allí en total inteligencia. Instintivamente tenía plena certeza de que era así. A menudo venían imágenes o información a mi mente, probablemente relacionada con lo que ocurría. Pero yo seguía conectada al cuerpo, soltando las imágenes o los pensamientos para seguir atenta a lo que ocurría a nivel energético.
Estuve así mucho rato, más de media hora. Los puntos sensibles iban cambiando de manera muy evidente, sintiendo dolor en algunos puntos; también tensión, calor, frío, vibración, pinchazo u otras sensaciones. No lo analizaba, sólo permitía que fuera circulando sin interferir. Sabía que era lo que quería hacer, a pesar de no saber a dónde me llevaría aquello.
Seguía observando cuando, de repente, sentí una explosión energética enorme. Chorros de energía estallaron en todo mi cuerpo, de dentro hacia fuera, por todas partes. ¡Una explosión de vitalidad!
Sentí que se habían disuelto todos los puntos tensos por completo y se había liberado el circuito. Esa sensación perduró durante horas y quizá días.
Recuerdo haber sido consciente de que si una persona llevaba a cabo aquella contemplación plena del cuerpo como práctica diaria recuperaría y mantendría la vitalidad.
Cuando hablo de recuperar la salud o la vitalidad no me refiero a que la persona no va a tener más dolor o no va a vivir más procesos difíciles sino que la persona toma consciencia de que si acompaña al cuerpo mediante la atención su circuito energético mejora, permitiéndole resolver cada proceso lo antes posible y con la máxima fuerza vital.
En mi práctica de este ejercicio muchas veces he tenido flashes que me han traído a la conciencia pistas sobre el proceso que vivo en cada zona. Se libera información al mismo tiempo que la energía circula y abre zonas congestionadas.
Se entra a observar, permitiendo, sin juzgar ni distraerse de lo que sucede. Sólo se observa y se permite, dejando que la información de lo que ocurre nos encuentre.


El dolor como hecho energético:
Este ejercicio me ayuda a tomar conciencia de que cualquier dolor es un hecho energético. El dolor circula a través del sistema nervioso, El cerebro es quien da las órdenes al organismo y nos ayuda a adaptarnos a los retos que se nos presentan. Se conecta con cada punto del cuerpo a través del sistema nervioso, que le va enviando señales de cuanto ocurre a través de impulsos eléctricos.
¿Qué hace que la energía funcione correctamente? ¿Qué regula nuestra mayor o menor vitalidad? Nuestra salud depende de que esa energía circule libre, sin congestiones ni cortes. Si hemos estudiado acupuntura o cualquier conocimiento médico ancestral sabemos que es así.
Es interesante darse cuenta de que hay toda una industria que se alimenta del hecho de que no estemos dispuestos a vivir el dolor. Y si lo miramos a largo plazo, ese dolor que no queremos vivir a menudo acaba causando dolores aún más grandes. Imaginemos, por ejemplo, un atleta que siente de repente un dolor y no le hace caso. Es posible que ese pequeño detalle al que no quiere atender acabe con su carrera más adelante. Lo mismo nos ocurre en cada ámbito de nuestra vida. Pasamos al plano de la inconsciencia todo lo que rechazamos y no estamos dispuestos a vivir.
Está claro que confrontar el dolor no se ha de traducir en soportarlo intentando no pensar en él, aguantando sin hacer nada ni tomar contacto consciente. Ese es el extremo más habitual. La mayoría de personas toma algo para eliminar el dolor, mientras otros intentan distraerse para no notarlo.
Sin embargo, la sabiduría ancestral nos demuestra que para llegar a buen puerto en nuestra experiencia del dolor se ha de tomar conciencia y comprender bien cómo circula la energía por el cuerpo.
¿Que pasa si utilizamos nuestro poder de sanación para distraernos, para evadir el dolor y esquivar las situaciones? Esta pregunta es válida para las situaciones físicas, pero también para las psíquicas. Si vivimos una pérdida importante y nos distraemos, el poder natural que tenemos para sanarnos es desperdiciado y el tema quedará ahí abierto, sin resolver. Si estamos muriendo y necesitamos todo nuestro poder para hacer esa transición de la mejor manera posible, ¿que pasa si desconectamos la psique del cuerpo mediante la morfina? Damos por hecho que nuestra vida acaba allí y no conocemos la película mayor de la que esa historia forma parte y a la que quizá perjudique esa desconexión.
Para todos los que tienen experiencia en el tema está claro que la energía es la base de la “imposición de manos”. Ahora podemos ver muchas variantes: reiki, toque cuántico… Pero si vamos a lo esencial, se trata de compartir energía con otra persona, ayudarle a que su energía circule mejor, ¡siempre y cuando se realice correctamente! Pero atención, porque estamos manipulando su energía y quizá en realidad no sabemos muy bien qué estamos haciendo. Para situarnos en un punto de certeza más allá de cualquier teoría deberíamos conocer perfectamente por nosotros mismos el funcionamiento del cuerpo y quizá incluso llegar a ver esa energía o como mínimo percibirla con claridad.
Cuando nos ponemos en manos de otra persona u otra persona se pone en nuestras manos, es importante una buena conexión con uno mismo para saber si lo que se está haciendo es correcto y sentirlo en el cuerpo o en las manos.
En el caso de Nayadhi no es necesario, porque quien dirige el proceso es la propia vida. Es el mejor director que podemos tener porque se trata de la inteligencia que nos da la vida día a día, desde el primer momento de aparición en este mundo, actuando en nuestro organismo, una inteligencia natural que siempre tiende a resolver las cuestiones que van surgiendo. Si se comprende esto tan simple se fortalece la confianza en uno mismo. Porque al final esta es la clave cuyo desconocimiento nos ha llevado a vivir inconscientemente la enfermedad: en el cuerpo nada sucede por casualidad. Vemos cómo de un embrión se desarrolla un ser humano o cómo de una semilla acaba saliendo un peral. Es la misma inteligencia. Y de todo ello, la conciencia es la parte propia, más allá de nuestra memoria colectiva.
La gestación de un bebé es compleja y perfecta, siempre igual salvo cuando hay algún incidente. Después, al nacer el niño la madre ya tiene la leche preparada y esa leche va a ir cambiando a medida que el niño va creciendo. Además, la leche se adapta a las necesidades del bebé. Si la mamá está desnutrida, aún así su cuerpo va a priorizar a su hijo y le dará todo lo que necesita, en perjuicio de ella misma. Observando la perfección del cuerpo en este proceso natural, ¿cómo vamos a creer que el cuerpo haga algo por casualidad?
¿Cuándo es mejor practicarlo?
Se puede practicar en cualquier momento en que surja un dolor o una molestia de mayor o menor intensidad. Pero también lo podemos practicar en cualquier momento en que tengamos un rato de tranquilidad. Esa conexión con uno mismo siempre va a darnos resultados muy beneficiosos. Se puede practicar a lo largo del día en momentos, ya sean breves o largos, de silencio y atención.
Podemos interrumpir si lo necesitamos y seguir más adelante, con total naturalidad. En el cuerpo está teniendo lugar cada proceso ininterrumpidamente y nosotros podemos parar a observarlo unos instantes.
La cuestión más importante es integrarlo en la propia vida, lo cual ocurre de manera natural cuando se practica y se toma consciencia de lo que ocurre.
¿Por qué el nombre de Nayadhi?
Después de mi experiencia con esta práctica la recomendaba a la gente que me consultaba. Cada vez que hablaba de ella tenía que dar toda una explicación así que decidí darle un nombre. Tras un tiempo de búsqueda decidí llamarla Nayadhi
Naya es en sánscrito “armonía, guía, dirección...”
Dhi es en sánscrito “inteligencia, conocimiento, meditación...”
Naiein: es en griego “fluir”.
Nayades son las ninfas que presiden ríos y lagos, que es por donde circula el agua en el planeta.
Encontré aún más sincronicidades entre este nombre y el ejercicio así que lo di por bueno y aquí lo presento.
Autora: Marisa Ferrer Data: 17/1/2017


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