De vez en cuando me gusta sentarme en silencio en un lugar muy especial de Girona. Se trata de un pequeño templo en el que meditan las 24 horas unas monjas de clausura. Es un espacio muy sencillo que invita al silencio, situado en una calle con escaleras donde no se llega en coche y no hay ruidos, excepto cuando hacen sus misas y cantan (lo suyo no es el canto y desafinan que da gusto).
Un día en particular, en el año 2004, pasé cerca de allí y sentí la necesidad de sentarme un rato en silencio. Inicié de manera espontánea un ejercicio cuyo resultado me sorpredió tanto que integré su práctica en mi vida y me es de gran ayuda.
La práctica:
Tras sentarme, llevé mi atención al cuerpo. Sentí molestia en alguna zona y en lugar de intentar calmarla simplemente la observé. Estuve un rato así y noté cómo empezó una sensación en otra zona. Me di cuenta de que el cuerpo no hacía aquello casualmente, así que seguí atenta, permitiendo que sucediera sin interferir. Poco a poco, con el paso de largos minutos, fueron apareciendo otros dolores y sensaciones de mayor o menor intensidad. Seguí observando. En muchos momentos notaba 4 o 5 sensaciones a la vez en diferentes zonas del cuerpo: por ejemplo un pinchazo en el dedo, una pesadez en el estómago, una sensación de falta de aire en la respiración, tensión en el ojo… Yo sólo observaba. Cuando necesitaba moverme lo hacía sin perder el hilo durante el movimiento. Me levanté varias veces estirándome, bajé mis brazos hacia el suelo o zarandeé alguna zona del cuerpo. Sin distraerme con los movimientos, seguía observando en una actitud plenamente amorosa y confiada, sin dudar de que todo estaba bien ni intentar hacer algo respecto a los dolores. Recuerdo que mi único pensamiento era permitir que aquellas sensaciones se dieran el tiempo que hiciera falta, sin interferencia. Incluso les hablaba internamente a las sensaciones: fluye, sigue, ve... Sentía que se trataba de la vida misma fluyendo allí en total inteligencia. Instintivamente tenía plena certeza de que era así. A menudo venían imágenes o información a mi mente, probablemente relacionada con lo que ocurría. Pero yo seguía conectada al cuerpo, soltando las imágenes o los pensamientos para seguir atenta a lo que ocurría a nivel energético.
Estuve así mucho rato, más de media hora. Los puntos sensibles iban cambiando de manera muy evidente, sintiendo dolor en algunos puntos; también tensión, calor, frío, vibración, pinchazo u otras sensaciones. No lo analizaba, sólo permitía que fuera circulando sin interferir. Sabía que era lo que quería hacer, a pesar de no saber a dónde me llevaría aquello.
Seguía observando cuando, de repente, sentí una explosión energética enorme. Chorros de energía estallaron en todo mi cuerpo, de dentro hacia fuera, por todas partes. ¡Una explosión de vitalidad!
Sentí que se habían disuelto todos los puntos tensos por completo y se había liberado el circuito. Esa sensación perduró durante horas y quizá días.
Recuerdo haber sido consciente de que si una persona llevaba a cabo aquella contemplación plena del cuerpo como práctica diaria recuperaría y mantendría la vitalidad.
Cuando hablo de recuperar la salud o la vitalidad no me refiero a que la persona no va a tener más dolor o no va a vivir más procesos difíciles sino que la persona toma consciencia de que si acompaña al cuerpo mediante la atención su circuito energético mejora, permitiéndole resolver cada proceso lo antes posible y con la máxima fuerza vital.
Sentí que se habían disuelto todos los puntos tensos por completo y se había liberado el circuito. Esa sensación perduró durante horas y quizá días.
Recuerdo haber sido consciente de que si una persona llevaba a cabo aquella contemplación plena del cuerpo como práctica diaria recuperaría y mantendría la vitalidad.
Cuando hablo de recuperar la salud o la vitalidad no me refiero a que la persona no va a tener más dolor o no va a vivir más procesos difíciles sino que la persona toma consciencia de que si acompaña al cuerpo mediante la atención su circuito energético mejora, permitiéndole resolver cada proceso lo antes posible y con la máxima fuerza vital.
En mi práctica de este ejercicio muchas veces he tenido flashes que me han traído a la conciencia pistas sobre el proceso que vivo en cada zona. Se libera información al mismo tiempo que la energía circula y abre zonas congestionadas.
Se entra a observar, permitiendo, sin juzgar ni distraerse de lo que sucede. Sólo se observa y se permite, dejando que la información de lo que ocurre nos encuentre.
El dolor como hecho energético:
Este ejercicio me ayuda a tomar conciencia de que cualquier dolor es un hecho energético. El dolor circula a través del sistema nervioso, El cerebro es quien da las órdenes al organismo y nos ayuda a adaptarnos a los retos que se nos presentan. Se conecta con cada punto del cuerpo a través del sistema nervioso, que le va enviando señales de cuanto ocurre a través de impulsos eléctricos.
¿Qué hace que la energía funcione correctamente? ¿Qué regula nuestra mayor o menor vitalidad? Nuestra salud depende de que esa energía circule libre, sin congestiones ni cortes. Si hemos estudiado acupuntura o cualquier conocimiento médico ancestral sabemos que es así.
Es interesante darse cuenta de que hay toda una industria que se alimenta del hecho de que no estemos dispuestos a vivir el dolor. Y si lo miramos a largo plazo, ese dolor que no queremos vivir a menudo acaba causando dolores aún más grandes. Imaginemos, por ejemplo, un atleta que siente de repente un dolor y no le hace caso. Es posible que ese pequeño detalle al que no quiere atender acabe con su carrera más adelante. Lo mismo nos ocurre en cada ámbito de nuestra vida. Pasamos al plano de la inconsciencia todo lo que rechazamos y no estamos dispuestos a vivir.
Está claro que confrontar el dolor no se ha de traducir en soportarlo intentando no pensar en él, aguantando sin hacer nada ni tomar contacto consciente. Ese es el extremo más habitual. La mayoría de personas toma algo para eliminar el dolor, mientras otros intentan distraerse para no notarlo.
Sin embargo, la sabiduría ancestral nos demuestra que para llegar a buen puerto en nuestra experiencia del dolor se ha de tomar conciencia y comprender bien cómo circula la energía por el cuerpo.
¿Que pasa si utilizamos nuestro poder de sanación para distraernos, para evadir el dolor y esquivar las situaciones? Esta pregunta es válida para las situaciones físicas, pero también para las psíquicas. Si vivimos una pérdida importante y nos distraemos, el poder natural que tenemos para sanarnos es desperdiciado y el tema quedará ahí abierto, sin resolver. Si estamos muriendo y necesitamos todo nuestro poder para hacer esa transición de la mejor manera posible, ¿que pasa si desconectamos la psique del cuerpo mediante la morfina? Damos por hecho que nuestra vida acaba allí y no conocemos la película mayor de la que esa historia forma parte y a la que quizá perjudique esa desconexión.
Para todos los que tienen experiencia en el tema está claro que la energía es la base de la “imposición de manos”. Ahora podemos ver muchas variantes: reiki, toque cuántico… Pero si vamos a lo esencial, se trata de compartir energía con otra persona, ayudarle a que su energía circule mejor, ¡siempre y cuando se realice correctamente! Pero atención, porque estamos manipulando su energía y quizá en realidad no sabemos muy bien qué estamos haciendo. Para situarnos en un punto de certeza más allá de cualquier teoría deberíamos conocer perfectamente por nosotros mismos el funcionamiento del cuerpo y quizá incluso llegar a ver esa energía o como mínimo percibirla con claridad.
Cuando nos ponemos en manos de otra persona u otra persona se pone en nuestras manos, es importante una buena conexión con uno mismo para saber si lo que se está haciendo es correcto y sentirlo en el cuerpo o en las manos.
En el caso de Nayadhi no es necesario, porque quien dirige el proceso es la propia vida. Es el mejor director que podemos tener porque se trata de la inteligencia que nos da la vida día a día, desde el primer momento de aparición en este mundo, actuando en nuestro organismo, una inteligencia natural que siempre tiende a resolver las cuestiones que van surgiendo. Si se comprende esto tan simple se fortalece la confianza en uno mismo. Porque al final esta es la clave cuyo desconocimiento nos ha llevado a vivir inconscientemente la enfermedad: en el cuerpo nada sucede por casualidad. Vemos cómo de un embrión se desarrolla un ser humano o cómo de una semilla acaba saliendo un peral. Es la misma inteligencia. Y de todo ello, la conciencia es la parte propia, más allá de nuestra memoria colectiva.
La gestación de un bebé es compleja y perfecta, siempre igual salvo cuando hay algún incidente. Después, al nacer el niño la madre ya tiene la leche preparada y esa leche va a ir cambiando a medida que el niño va creciendo. Además, la leche se adapta a las necesidades del bebé. Si la mamá está desnutrida, aún así su cuerpo va a priorizar a su hijo y le dará todo lo que necesita, en perjuicio de ella misma. Observando la perfección del cuerpo en este proceso natural, ¿cómo vamos a creer que el cuerpo haga algo por casualidad?
¿Cuándo es mejor practicarlo?
Se puede practicar en cualquier momento en que surja un dolor o una molestia de mayor o menor intensidad. Pero también lo podemos practicar en cualquier momento en que tengamos un rato de tranquilidad. Esa conexión con uno mismo siempre va a darnos resultados muy beneficiosos. Se puede practicar a lo largo del día en momentos, ya sean breves o largos, de silencio y atención.
Podemos interrumpir si lo necesitamos y seguir más adelante, con total naturalidad. En el cuerpo está teniendo lugar cada proceso ininterrumpidamente y nosotros podemos parar a observarlo unos instantes.
Podemos interrumpir si lo necesitamos y seguir más adelante, con total naturalidad. En el cuerpo está teniendo lugar cada proceso ininterrumpidamente y nosotros podemos parar a observarlo unos instantes.
La cuestión más importante es integrarlo en la propia vida, lo cual ocurre de manera natural cuando se practica y se toma consciencia de lo que ocurre.
¿Por qué el nombre de Nayadhi?
Después de mi experiencia con esta práctica la recomendaba a la gente que me consultaba. Cada vez que hablaba de ella tenía que dar toda una explicación así que decidí darle un nombre. Tras un tiempo de búsqueda decidí llamarla Nayadhi
Naya es en sánscrito “armonía, guía, dirección...”
Dhi es en sánscrito “inteligencia, conocimiento, meditación...”
Naiein: es en griego “fluir”.
Nayades son las ninfas que presiden ríos y lagos, que es por donde circula el agua en el planeta.
Encontré aún más sincronicidades entre este nombre y el ejercicio así que lo di por bueno y aquí lo presento.
Autora: Marisa Ferrer Data: 17/1/2017Naya es en sánscrito “armonía, guía, dirección...”
Dhi es en sánscrito “inteligencia, conocimiento, meditación...”
Naiein: es en griego “fluir”.
Nayades son las ninfas que presiden ríos y lagos, que es por donde circula el agua en el planeta.
Encontré aún más sincronicidades entre este nombre y el ejercicio así que lo di por bueno y aquí lo presento.
NÁYADHI: Entrar en el cuerpo by Marisa Ferrer is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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