domingo, 8 de noviembre de 2015

VIVIENDO EN COMUNIÓN CON LOS DEMÁS SERES


Esta mañana paseábamos mi perro y yo tranquilamente.
Me resulta extremadamente placentero contemplar el jardín de una vecina porque es un lugar bellísimo. Es discreto, no esplendoroso aparentemente, pero si te paras a mirar te das cuenta de que la persona que lo cultiva vive con gran sensibilidad y conocimiento del mundo vegetal. Parar al límite del jardín y contemplar y oler es un maravilloso regalo que te sitúa en comunión con los demás seres al instante.
Hoy vi que había florecido una mata de margaritas muy grandes. Me acerqué y me llamó la atención el centro de las margaritas. Me quedé como hipnotizada contemplándolo, dándome cuenta de que no era mirar “desde fuera” sino siendo uno con él.


Lo observé y me di perfecta cuenta de cómo aquel centro de una geometría tan perfecta me estaba modificando internamente. Al lado hay un madroño y vi de que habían salido ya frutos. Tomé uno y lo saboreé.  Y ahí, al lado de mi perro, saboreando el fruto del madroño y contemplando el centro de una margarita me di cuenta de que a medida que vamos poniéndonos en comunión con los seres que nos rodean regresamos a la paz, al amor más profundo, a donde todo tiene sentido.
A veces, paseando, me acerco a las flores y contemplo sus colores. Ya hace tiempo que descubrí que si miras atentamente el color y cierras los ojos el color te llena a ti. Y no es como visualizar un color inexistente que te imaginas, es algo mucho más poderoso. Ese ser que ha desarrollado ese color lo comparte contigo. Lo mismo me pasa cuando paso por matas de hierbas aromáticas. Me acerco al romero, lo toco con los dedos y cuando huelo sé que ese aroma me está transformando por dentro, llevándome a niveles muy esenciales de mi misma. Es algo más allá de mi intelecto. Simplemente sucede todo el tiempo en la naturaleza y si uno está presente se da cuenta de ello.


Tenemos el anhelo de vivir en el campo, en medio de la naturaleza, pero si vivimos en el campo y no vivimos en comunión con los seres no sirve de nada. Porque no es la posibilidad lo que permite la experiencia, sino la vivencia real de esa experiencia.
Podemos estar en un piso en medio de una ciudad y estar experimentando comunión. Por supuesto es mucho más difícil, porque los seres allí están limitados y sus cualidades están siendo interferidas constantemente, pero es posible. Pero no cabe duda de que si vivimos cerca de la naturaleza y tenemos ocasión de contemplar árboles, flores, plantas, animales entramos en comunión con ellos y comparten sus cualidades con nosotros.


Cada ser del universo está experimentando unas cualidades. Experimentan con colores, formas, olores... Nuestra mente limitada y programada lo lleva todo a su propio lenguaje. Humaniza a los perros y a los gatos imaginando lo que están pensando o el por qué de sus actos. Pero el lenguaje de perros o gatos es muy diferente al humano y lo que comparten con nosotros tiene poco que ver con lo que suponemos. Sólo estando presentes nos damos cuenta de qué comparten con nosotros y entramos en comunión con ellos, en un amor resonante de elevada frecuencia.
La naturaleza es la clave. Los seres llevan millones de años experimentando y a cada oportunidad de compartir en comunión ampliamos nuestras cualidades lo que nos permite comprender mejor el universo y vivir en plenitud.
¡Nos queda tanto por experimentar en el mundo real! Ese mundo en el que se tocan el sueño y la vigilia. En ese mundo estamos los seres y ahí no importa si estamos dormidos o aparentemente despiertos.



Autora:  Marisa Ferrer  Fecha: 27/4/2015

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jueves, 5 de noviembre de 2015

El legado del doctor Hamer

Empecé a oír hablar acerca de los descubrimientos del doctor Hamer tras décadas de estudio intentando comprender cómo funciona la salud del ser humano e incluso de los animales y las plantas.  He tenido la suerte de estudiar con muchas personas procurando comprender lo que las medicinas ancestrales y los grandes sabios nos han transmitido a lo largo de los siglos.Considero un privilegio haber tenido la oportunidad recibir enseñanzas de profesores muy interesantes que han dedicado su vida al estudio y difusión de este conocimiento. Muchas de estas personas ni siquiera son reconocidas por la sociedad, ya que vivieron la vida acercando este conocimiento a las personas que los consultaron sin tratar de darse a conocer.
Tuve la suerte de estudiar y conocer a nivel particular a Jacques Haesert, quien me introdujo en la medicina tibetana. Jacques vivía una vida de lama-hermitaño en su pequeña casita en el campo en Francia, recibiendo a cuantos le pedían consejo. También se dedicó a la formación en profundidad de muchas personas. Su enseñanza iba mucho mas allá de lo simplemente físico y abarcaba la comprensión del funcionamiento del ser humano a nivel espiritual.
Cuando acabó su andadura en este mundo, Jacques murió en meditación: un día cerró sus ojos y calmó su mente, desconectando de su avatar en paz y seguramente en plenitud de consciencia.
También aprendí medicina ayurvédica con varias personas, todas ellas de la India y con una larga experiencia de generaciones de dedicación al tema. El conocimiento del ayurveda es muy extenso y te ayuda vivir la vida siguiendo unos consejos y prácticas que permiten mantener un equilibrio que se refleja en las personas que lo siguen. Es la fuente tanto de la medicina tibetana como de la china, que son posteriores.
Con todos estos maestros aprendí que el equilibrio de las energías, el cuidado con los alimentos y las impresiones que se reciben, así como que el manejo de la mente y las emociones es lo mas importante para vivir de una manera vital y saludable. Sin embargo, me daba cuenta de que había algo más que no se tenia en cuenta o a lo que se daba un papel secundario cuando se trataba de la clave fundamental sin la cual lo demás se convertía en ir poniendo parches y gastando mucha energía para estar siempre limpiando y purificando. Todo ese conocimiento implicaba una vida de esfuerzo por mantener un equilibrio y por comprender los procesos que se daban en el organismo.
Había siempre algo que no me acababa de encajar. Sentía que faltaba una pieza importante sin la cual todo se convertía en algo extremadamente complejo y complicado, además de librado al azar.
A menudo me encontraba con una manera de ver el ayurveda o la medicina china casi supersticiosa, en la que, por ejemplo, se excluían muchos alimentosde forma sistemática. Actualmente está sucediendo lo mismo con el gluten y los cereales en general.
Me venían a la mente los ancianos que conocí en mi niñez en el pueblo de mi abuelo en Guadalajara, gente de campo que comía cerdo y pan como alimentos básicos y casi únicos y llegaban a casi 100 años. A pesar de que yo me alimento exclusivamente de vegetales, lo que había visto en el pueblo me recordaba una y otra vez que la alimentación no era la clave sino que sólo era lo que mantenía un organismo con mayor o menor vitalidad de cara a tener más posibilidades de superar enfermedades, pero era consciente de que tenía que haber algo más. Había algo de base erróneo o incompleto en la manera de ver la medicina tanto oficial como alternativa.
Esa clave llegó cuando conocí los descubrimientos del doctor Hamer.
La primera vez que oí hablar de él me di cuenta de que conocer sus investigaciones transformaría todo lo que había aprendido acerca de la salud hasta entonces.
En el primer curso que hice sobre Nueva Medicina Germánica vi pasar muchos de los procesos que me eran conocidos de familiares y amigos, de los cuales conocía la vida y los conflictos que habían vivido. Las mal llamadas enfermedades de mis padres, hermanos, amigos… todas cobraban un sentido completamente diferente al que habían tenido hasta entonces. Lo que yo sabía de estas personas y sus conflictos encajaba a la perfección con las explicaciones del doctor Hamer de cada proceso. Esa comprensión me ayudaba a recuperar la confianza y la esperanza de tal manera que recuerdo haber sentido mucha emoción. Surgía del reconocimiento de estar viviendo un momento trascendente en mi vida.
Con los años me he dado cuenta de que comprender sus descubrimientos no provoca únicamente una transformación a nivel particular, sino que también implica una auténtica revolución a un nivel general, que atañe a nuestra historia como humanidad. Realmente, los descubrimientos del doctor Hamer cambian por completo el paradigma respecto a la salud vigente los últimos miles de años. Y utilizo la palabra "miles" con plena consciencia, sin ninguna intención de idolatrar ni de exagerar. Tengo muy claro de qué estoy hablando.
Y lo digo sin subestimar a los grandes sabios, magos y sanadores de la antigüedad. Ellos exploraron a fondo muchos aspectos del universo y sus revelaciones han sido de una enorme importancia en nuestra historia.
Sin embargo, Hamer nos acerca a una realidad muy diferente de lo que creíamos que era la salud. Mucho más simple y comprensible de lo que jamás hubiéramos sospechado. Sus descubrimientos suponen un golpe sobre la mesa tan ruidoso que ha sido perseguido, se le ha intentado asesinar en varias ocasiones (tiros, accidentes, envenenamientos…), ha pasado por la cárcel, se le ha intentado encerrar en un psiquiátrico… Los últimos años de su vida permaneció en un lugar de los fiordos noruegos.
Los descubrimientos del doctor Hamer suponen la posibilidad de devolver el gobierno de la propia salud a la persona, al presentarse la posibilidad de comprender qué sucedió y en qué punto se está de manera muy sencilla. La complejidad que uno pueda encontrar pertenece a su rico mundo interior y al descubrimiento de sí mismo.
Hamer insiste en que él únicamente ha descubierto cómo funcionan una serie de procesos en el cuerpo. La mayor importancia radica en que lo ha investigado, no inventado. Lo ha descrito como leyes que se dan de una manera exacta, lo que facilita mucho su comprensión cuando las aplicas en los procesos que vivimos en el cuerpo o en la psique. No ha inventado ninguna terapia. Su descubrimiento es perfectamente verificable por cualquiera que lo observe con atención.
Ha descrito perfectamente las etapas de cada proceso (enfermedad) y sus diferencias en función del tipo de tejido afectado. Vemos descritas las enfermedades que implican la supervivencia, el ataque, de territorio o de relación diferenciadas por tejidos que pueden ser afectados.

Hamer ha compartido con quienes lo han escuchado su increíble descubrimiento, que aunque muchos intuíamos no habíamos conseguido determinar:
Que toda enfermedad se inicia con un conflicto biológico y que dependiendo de cómo vivió esa persona el conflicto el proceso afectará a unos tejidos o a otros.
Ha creado un certero mapa de zonas del cerebro donde podemos comprobar lo que sucede en todo el cuerpo, tejido por tejido e investigar en qué fase se encuentra.
Ha determinado cómo son las fases de una “enfermedad”, lo que nos da la posibilidad de comprender si el conflicto que inició el proceso se resolvió o no, algo de vital importancia, además de las manifestaciones que están teniendo lugar en el organismo en cada fase.
Ha reconocido el papel real de virus, hongos y bacterias como parte de los procesos de curación de los seres vivos. Ese es otro de sus descubrimientos más extraordinarios que barre o más bien reordena todo lo creído hasta el momento.
En definitiva ha demostrado que todo lo que ocurre en el cuerpo está pleno de sentido y poco tiene que ver con el azar. Con ello eliminamos la fascinación y la idolatría hacia la bata blanca, que son las sotanas modernas, devolviendo la búsqueda de la propia salud hacia dentro de uno mismo, que es donde están las causas de lo que le ocurre a cada ser vivo en particular.
Algo muy importante y que destacan las personas que han comprendido el alcance de los descubrimientos es que a partir de ellos comprendemos que las manifestaciones en el cuerpo no son por «haberse vuelto locas las células», por «ser defectuoso» o por casualidad. Procesos como el cáncer o las llamadas enfermedades incurables toman un cariz completamente diferente a la vista de las 5 leyes biológicas.
Tengo muy claro que cualquier persona que se dedique a ayudar a los demás en el aspecto médico o psíquico gana una herramienta clave conociendo las leyes descubiertas por Hamer. Sin ellas su aportación a la curación de su paciente supone sólo una apuesta. Tengo la certeza de que es así.
Conocer cómo vivir una vida saludable, comiendo buenos alimentos y teniendo buenos hábitos es algo positivo, pero las enfermedades se darán a pesar de todo ello, debido a que en nuestra vida vivimos situaciones ante las que nos sentimos superados que inician procesos de mayor o menor gravedad dependiendo de la intensidad de las situaciones y de la cantidad de tiempo que mantengamos los conflictos activos, sin resolver.
Supongamos que tengo una bronquitis, que es una “enfermedad” que se da en fase de solución de un conflicto ya resuelto. Si voy al médico éste me dará antibiótico por si acaso, para que no se complique. Si voy al acupuntor me ayudará a equilibrar las energías, mejorando mi vitalidad. Pero si comprendo cuál fue el conflicto que resolví y qué está sucediendo entenderé con mucha exactitud el proceso que he vivido sin añadir miedos ni un sufrimiento extra y actuando mucho más adecuadamente.
Tras estudiar a fondo este conocimiento es cuando decidí dedicarme al máximo a su divulgación, como otras muchas personas. Lo hago a través de todos los medios posibles porque creo que toda la población debería conocer este tema para poder recuperar lo antes posible la soberanía de su propio organismo.
Autora:  Marisa Ferrer  Fecha: 5/11/2015

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jueves, 15 de octubre de 2015

HECHIZOS

Algunas situaciones de nuestro día a día contienen elementos que nos resultan desagradables. Notamos que es así pero no pensamos en ello hasta que la irritación va en aumento y empezamos poner más atención en ello, adoptando una actitud lo más libre posible de prejuicios que va dejando a la vista el esqueleto de lo que nos irrita.
Así, llega un momento en que se empieza a aclarar qué es lo que nos molesta realmente. El instinto nos habla a través de esa sensación desagradable dándonos la oportunidad de comprender que algo de nuestro quehacer diario no está yendo en la dirección que necesitamos.
Así me sucedía particularmente cuando acudía a los supermercados y veía a la gente comprar. El ruidito de los plásticos entrando en el carrito me resultaba muy desagradable. Un día me di cuenta de que aquello que introducían en sus carritos, aunque técnicamente podamos llamarlo alimento, sólo cubre necesidades de un cierto rango. La irritación ante aquel desagradable ruidito me estaba hablando de algo que realmente actúa como símbolo de una gran mentira acerca de nuestras creencias respecto a los alimentos. 

 Alimentarse de forma natural (lástima que la palabra esté tan manipulada) no pasa ni por plásticos, ni por descripciones de elementos nutricionales, ni fórmulas complicadas, sino que es algo simple y cercano. Sin embargo, se está viviendo un hechizo enorme, incluso diría espectacular, que nos dice que comer es complicado, tener los nutrientes que necesitamos es difícil, que sugiere que necesitamos productos especiales o vamos a enfermar... Hay un negocio gigantesco tras ello. Lo puedo garantizar, porque tengo el privilegio de constatarlo día a día en mi propia tienda donde van viniendo los clientes expresándome sus dudas y miedos y los proveedores con soluciones de lo más rocambolesco.
Supermercados de plástico repletos de contradicción, tanto grandes como pequeños, donde hay montones de productos con colores chillones y dibujos de personas felices porque comen un cereal super procesado, cerditos felices porque van a ser devorados, leches y lácteos con fotografías de prados con vacas felices de que les quiten a sus crías y a las que hacen estar permanentemente embarazadas... Ahora incluso tenemos franquicias ecológicas llenas de plásticos para recordarnos que de ese oasis de autocomplacencia falsa no escapan ni los que creen que lo hacen y que la incoherencia ha anidado en todas partes.
A lo largo de los años he visto un patrón constante en muchas cosas: algo que sucede de manera natural es reconducido artificialmente a un doble controlado que no va a favor de los seres vivos sino de los mercados.  Pongamos por ejemplo el movimiento hippie que acogió la necesidad de una generación que nació para recuperar la libertad, volver a la naturaleza y romper cadenas que limitaban.  A menudo se habla de decepción, cuando se mira atrás y se ve dónde condujo aquello: yuppies, adicciones o distracciones mediante drogas de varios tipos, utilización de ciertas músicas para crear estados de inconsciencia, confusión entre sexo y relación... Nací al mismo tiempo que el movimiento y contemplé cómo se “duplicó” en algo artirficial y limitante.
El gran símbolo de todo ello lo tenemos en los anuncios de Cocacola que nos ha acompañado durante décadas: “sé tú mismo y vive tu libertad” mientras te tomas una idiotizante bebida llena de azúcar y sustancias que mantienen vigente el hechizo.
Lo mismo hemos vivido a través del movimiento new age.
Un ejemplo de ello lo vemos en la música. Recuerdo que cuando era joven me daba cuenta de que la música new age era en cierta manera una tomadura de pelo. Emulaba la naturaleza con sus sonidos de agua, de pajaritos, de viento y ballenas, hechizándonos mediante nuestra necesidad de volver a lo natural.
Había músicos componiendo e interpretando obras de gran belleza musical, pero al mismo tiempo podías escuchar música en la que simplemente se ponían unos cuantos elementos juntos y ya está: un poco de pajaritos, un piano tocando una pequeña melodía tranquila y una flauta tocando 3 o 4 notas en cierto momento y al oyente le parece que está en paz en una sala blanca con todo en orden, con unas plantas de bambú y una figurita de Buda. En algún lugar debe haber la fórmula simple del hechizo que incluye el sonido, los colores y las fragancias de sándalo.
No cabe duda de que esos elementos están ahí porque emulan necesidades reales del ser humano y por eso nos gustan. Es como si vas a Santander desde Barcelona y cuando llegas a Zaragoza en el letrero de Madrid te pone Santander. Como vas a Santander tomas el camino que te indica el letrero pero no hay manera de llegar, porque realmente ese camino no va donde crees. ¿Suena a pesadilla? También en los sueños se dan estas trampas, pero allí podemos ver más rápido adonde llevan porque en los sueños todo es más real.
Ahora pasa lo mismo con la música “espiritual”: pones un poco de hang, haces sonar 4 cuencos, un poco de sonido de mar y “te sientes en paz”. No pueden faltar los mantras que te transportan a una zona espiritual mediante unas cuantas invocaciones a algún dios hindú o de otro lugar que en realidad no conocemos pero damos por supuesto que es positivo porque es espiritual y que nos va a favorecer invocarlo sea quien sea. Es el post-hippismo musical espiritual que intenta recoger las últimas ovejas para que no se descarríen y consigan darse cuenta de que en su esencia no necesitan ni músicas ni lisonjas cuyo único propósito es ganar nuestra voluntad.
Lo mismo ha pasado con las terapias. Tenemos cursos y más cursos siempre con el mismo lema: “tu puedes” (Yes you can). Se hace un curso tras otro, cada uno con su consabido despertar pero nos mantenemos enredados buscando un “despertar mayor” que parece que nunca llega. Pequeñas certezas muy reales, por cierto, porque nuestro Ser aprovecha cualquier oportunidad para hacerse oír, pero como no damos el gran paso de darnos cuenta de quiénes somos realmente, seguimos teniendo un día de “hoy desperté” y tres de “algo aún va mal”.
No nos damos cuenta de que los procesos naturales que se dan constantemente en nuestra vida están siendo el blanco del ataque de lo artificial puesto ahí para nublar la mente.
El colmo de esta duplicación es el trato de lo que llamamos enfermedad. ¿Que significa enfermedad? Falto de firmeza. En los procesos que vivimos (lo que llamamos enfermedades) lo que está en juego es la firmeza y es justo lo que siempre está buscando recuperar el cuerpo. ¿Qué necesita? Lo real, lo natural, el contacto con lo que realmente se es (nada que nos resulte ajeno o tengamos que leer en ninguna parte), alejando lo artificial que nubla la mente. Lo que necesitamos ya lo estamos teniendo (inflamación, dolor, síntomas) y lo absurdo es que es para lo que justamente vamos al médico al interpretar incorrectamente las señales. Y el médico (supuestamente el experto en salud) interpreta que hay que acallar los síntomas sin la más mínima idea de hacia dónde van y sin preguntarse algo tan esencial como cuál es el propósito del cuerpo al manifestar esos síntomas.
La humanidad busca sobrevivir, pero no se da cuenta de que el mecanismo para sobrevivir está siempre activo, porque lo que somos es indestructible y cada proceso que se da de manera natural en nuestro cuerpo está buscando hacernos más firmes, aportando lo que se precisa.
Sólo hay una manera de que realmente recuperemos esa firmeza interna y es escuchándonos a nosotros mismos, dejando de distraernos con sermones modernos que nos dicen que lo que sentimos es incorrecto (el dolor, la tristeza, el enfado, la irritación...). Dejar de creer que algo va mal para poder hacernos cargo de lo que realmente se presenta sin culpa ni miedo, poniéndonos de nuestro lado e invirtiendo en nosotros mismos.
De hecho, la confusión se da cuando no nos damos cuenta del verdadero valor de todo lo que se presenta. Cuando no estamos atentos interpretamos incorrectamente las señales. Mirando hacia fuera dejamos de escuchar las señales en nuestro interior. Escuchamos una voz ajena a nuestro ser integral, ajena a nuestro conocimiento ancestral y a lo que sentimos realmente. Voces ajenas que simplifican y vulgarizan procesos íntimos en los que todo lo que nos ocurre está relacionado con un todo mayor particular lleno de enlaces cuánticos que sólo nosotros podemos comprender llegado el momento justo, ni antes ni después. El encantamiento se acaba cuando despertamos de la hipnosis: no se puede hipnotizar a quien no lo permite.
Es como cuando llegamos a casa y nos saluda nuestro perro o nuestro gato y ni lo vemos, ya que estamos distraídos pensando en “nuestras cosas”. La vida real se expresa a través de los ojos de nuestro amigo y seguimos con nuestra cháchara mental  ubicada en el pasado o en el futuro, perdiendo la atención del instante presente, el punto cero vital, único punto desde el que se puede mirar alrededor como un todo ordenado en el que todo tiene relación con todo.
El enemigo no está donde nos creemos. Es muy cercano. Es un simple movimiento hacia un lado que desplaza nuestra atención hacia un doble de plástico. Nos están tomando el pelo pero sólo porque lo permitimos y lo que somos de verdad está siempre adaptándose a ello.

Autora:  Marisa Ferrer  Fecha: 29/5/2015

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lunes, 5 de octubre de 2015

Findhorn y sus esencias florales

La terapia floral fue desarrollada por el doctor Edward Bach a principios del siglo XX inspirándose en técnicas de curación tan antiguas que se pierden en los tiempos. Algunos grandes seres, como Paracelso, estuvieron investigando los efectos de las flores y el rocío y el doctor Bach profundizó en ello y creó toda una terapia.
Cuando hablamos de terapia floral estamos hablando de terapia vibracional, así como pasa con la homeopatía o tantas otras iniciativas actuales. Las esencias nos ponen en contacto con la inteligencia de las flores y nos ordenan internamente, restableciendo la salud. Mediante la terapia con las esencias integramos en nosotros las cualidades de las flores, ayudándonos a llevar adelante cada proceso que vivimos.
Las flores representan la belleza y la generosidad en el universo. Fijaos en cómo nos dan su aroma, colores, forma, tacto y ahora, también, su esencia sin pedirnos nada a cambio. Viven su vida como una explosión de exuberancia y belleza y nosotros nos beneficiamos de ello a veces sin ni darnos cuenta.
Las flores reciben la energía del cosmos y de la tierra y si nos relacionamos con ellas nos ponen en contacto con nuestra parte más profunda, bella y amorosa. Porque ellas SON nos acercan a lo que cada uno de nosotros ES, de manera que recibimos nuestra propia guía. Más allá de las apariencias todos estamos relacionados en un cosmos y las flores nos ayudan a tomar contacto con los aspectos más elevados de este universo.
Tratarnos con esencias nos pide mucha paciencia y atención. En general es una terapia lenta pero muy segura y sin contraindicaciones ni peligros, porque trabajan poniéndonos en contacto con partes muy elevadas de nosotros mismos. Podemos ir pasando por diferentes etapas, algunas más fáciles con mejoras evidentes y otras no tan fáciles, cuando estamos tocando puntos que han de ser resueltos porque están bloqueando las energías del libre fluir de la vida en nosotros.
¿POR QUÉ LAS TERAPIAS DE FINDHORN?
Las esencias florales y minerales de Findhorn se elaboran en una ecoaldea situada en el nordeste de Escocia por Marion Leigh, una de las residentes de la comunidad más veteranas.
Findhorn nació en 1962 en un antiguo camping al noroeste de Escocia. Recibe cerca de 14.000 visitantes al año de más de 50 paises. Es conocida actualmente por sus experimentos sobre nuevas formas de vida holísticas y sostenibles. Es la mayor comunidad independiente de Reino Unido.
A principios de los 80 empezaron con la construcción de una ecoaldea. Hasta el momento se han construido 25 edificios ecológicos, incluyendo una innovadora planta biológica de tratamiento de residuos llamada “Living Machine” (la “Máquina Viva”)
Los primeros habitantes de la comunidad fueron Peter y Eileen Caddy. Cuando se instalaron en una pequeña roulotte era un lugar extremadamente árido, una bahía constantemente azotada por vientos fríos y casi sin vegetales. Ellos se instalaron allí después de pasar grandes penalidades y quedarse prácticamente sin recursosporque la vida los fue dejando sin recursos. Sintieron una llamada interna que los llevó hasta allí pero al principio les costaba creer que allí nacería algo realmente importante.
Poco a poco fueron creando un espacio que ellos sentían como sagrado y ahora es un lugar extraordinariamente exuberante y bello. Todo fue sucediendo paulatinamente. Las personas que irían desarrollando el proyecto fueron instalándose allí una a una, aportando sus propias cualidades en beneficio de los visitantes que han ido llegando al lugar.
Poco a poco, mucha gente fue atraida por el gran magnetismo de la comunidad y actualmente es un centro espiritual al que visitan personas de todas creencias y culturas.
Una de las primeras personas en llegar fue Marion Leigh, la creadora de las esencias florales de Findhorn.
En palabras de Marion:
“Las esencias florales siempre están relacionadas con el entorno en el que crecieron las flores. En Findhorn tenemos condiciones únicas. Por ejemplo, tenemos luz solar en verano durante casi 24 horas. Esto es mucha luz. Existe un gran poder en la misma tierra. Tenemos muchas líneas energéticas que cruzan. Tenemos lo que llamamos puntos de poder en la naturaleza. También, por las especiales energías naturales de Findhorn, hay lugares donde los espíritus de la naturaleza pueden vivir en armonía con los seres humanos.”
Tuve la oportunidad de visitar Findhorn para formarme como terapeuta floral con Marion Leigh. Creo firmemente, por mi experiencia allí, que la comunidad de Findhorn tiene como principal misión recuperar nuestra conexión con la naturaleza, tanto en cuanto a exterior como nuestra propia interioridad. En un tiempo en que nos estamos alejando de la naturaleza,de nuestro ser esencial y de nuestras cualidades más profundas, Findhorn nos permite recuperar esta inteligencia respecto a nosotros mismos y a la vida.
En Findhorn el respecto a la naturaleza es máximo y todo lo que cultivan se produce mediante agricultura biodinámica. Las esencias que se producen en este lugar tan especial nos pueden ayudar a restablecer la salud, tanto en nuestro organismo como en nuestra vida.

Autora:  Marisa Ferrer  Fecha: 5/10/2015


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sábado, 18 de julio de 2015

DANDO VUELTAS AL ATAJO

DANDO VUELTAS AL ATAJO

“ Diálogo de gitanos:
- ¿Cómo andas compadrito?-
- Dando Vueltas al atajo-”
Antonio Machado

Estoy en la prueba 2. No sé en qué consiste ni adonde me lleva. Sufro, lloro, me angustio, me pongo histérica, me río, ¡me divierto! De golpe me doy cuenta de que ya estoy en la prueba 4. No sé en qué consiste ni adonde me lleva. Observo. Veo un mono. ¡Me retuerzo de risa! ¡Ridículo! ¡Ridículo! Ahora soy el mono. Me rasco el cogote. Pero no, ¡no! Ya no soy el mono. Soy un chorizo de Cantimpalos y estoy siendo devorado por aquel viejo desdentado que comía migas en Estriégana. ¡Uf! ¡No quiero! ¡Me resisto a ser masticada por el viejo!
Antes de que me de cuenta: ¡zas! Estoy en la prueba 14 y debo haber pasado varias pruebas mientras me entretenía siendo masticada.
¡Vaya experiencia! No sé en qué consiste ni adonde me lleva pero debo ser muy importante para estar en ella. Soy una estufa catalítica. ¡Qué importante! Doy calor a todos sin discriminar. Soy ancha, simpática, afectuosa. Me satisface ser una estufa catalítica. ¡Ha sido una gran idea ser una estufa catalítica! No sé en que prueba estoy pero me da igual, me siento querida. Mi bufido adormece al más despierto.
Alguien bufa a mi lado o mejor dicho silba. ¡Ah! Es este perrito tan agradable. Me quiere. Me siento en un momento de gran trascendencia. Me siento amada... El perrito me quiere, lo sé. Viene moviendo la cola y me huele. Le gusto y me complace. ¡Iiiiii! Se me ha meado encima. ¡Qué desagradable! ¿En qué prueba debo estar para sufrir tanto? Ah, ya sé, debo estar en la prueba 3. La reconozco por el membrillo que está sobre la mesa. O... quizá es la prueba 12, la de los cangrejos caníbales. Bueno, ya da igual porque acabo de notar que he pasado a otra.
Vaya, vaya... ¿Qué bien, no? Soy una princesita y me tuesto al sol. Mmmmm... ¡Qué calorcillo, caramba! Sudo un poco pero no me importa. Puedo sacrificarme. Siempre he sido una persona sacrificada. Me enorgullece saberlo.
¡Vaya morenazo se me ha echado al lado! No está mal el tipo. Se ve fuerte. Aunque mirándolo bien, tiene unos rasgos poco definidos. Esto me hace pensar que debo estar en la prueba 6, aquella de las definiciones. ¡Vaya! No es que tenga una expresión poco definida, es que ¡es una salchicha de Frankfurt! ¡Qué confusión tan horripilante! Entonces, ¿quién soy yo? No soy una princesita sino una patata frita. ¡Una patata frita! No me estoy tostando ¡¿Me estoy friendo?! Dios, esto no es vida... ¡Es una sarten!
¡Ahí está el mono de nuevo! Bueno, veo que he vuelto a la prueba 4. Claro, es lógico: no la debí entender. A ver... ¿Qué puede significar el mono? ¿Y el cogote? ¿Qué puede significar el cogote? Ah, claro, debe tener algo que ver con la teoría aquella de la existencia de Descartes. ¡No! ¡Ya lo tengo! El cogote simboliza al hombre superior, al hombre al que no le pican los mosquitos.
¡Oh! Ya no hay mono. Ya no hay cogote. Ya no hay hombre superior al que no le pican los mosquitos. Ahora todo es oscuridad.
Esto debe ser el vacío ese del que hablan. He sido proyectada al vacío. Aquí todo es silencio. Debo haber entrado de golpe en la prueba 127.
Así que ésta es la prueba 128. ¡Vaya! Pues no había para tanto, ¿no? Bueno, de todas formas me siento orgullosa de la experiencia puesto que confirma lo que en el fondo ya sospechaba: Soy Alguien Importante, alguien de un elevado nivel evolutivo. Claro, ya lo sabía. Bueno, ¡llegué! Se acabaron las pruebas.
Oh! Alguien ha encendido la luz. No sé dónde estoy. Está todo lleno de cosas. No reconozco nada. No sé qué prueba es ésta. Ah! ahí asoma el mono de nuevo. Diantre de mono, ¿qué significará?

Vallvidriera, 22 de diciembre de 1990

domingo, 5 de julio de 2015

Dedos detectafallos


Leí alguna vez que cuando señalamos algo, un dedo apunta hacia fuera, pero tres apuntan hacia nosotros mismos. Y pasan los días, las semanas, los meses o los años en ese día constante en el que vivimos y lo de los tres dedos se convierte en casi una ley universal. A poco que observemos qué pasa en  nuestro universo, tanto externo como interno, encontramos constantemente aplicada “la ley”.

Una vez iba tranquilamente en coche con una amiga y nos reíamos de las tonterías que hace todo el mundo cuando va en coche. Una tras otra, nuestras afiladas mentes iban repasando la lista de errores habituales enlazándolos con perfiles: egoísta, suicida, cegato... En esa especie de balanceo aparentemente saludable que es la crítica, nos reíamos alegremente de todos los molestos que se nos presentan en nuestro quehacer diario al volante.
Al cabo de alrededor de media hora, un guiño de la vida que al menos yo percibí como amoroso nos había puesto frente a situaciones en que fuimos cometiendo todos los errores que habíamos estado criticando tan inconscientemente. En unos pocos minutos, la vida se había ocupado de recordarnos que todos esos perfiles estaban también en nosotras.
Lo que ha ido sucediendo paulatinamente es que me he ido callando.  Y me sorprende hasta qué punto, ya que a lo largo de mi vida, la observación crítica del exterior ha sido algo constante, supongo que como para la mayoría. Y digo que me he ido callando porque son muchas menos las veces en que llego a poner en palabras y no digamos en acciones a pensamientos que surgen espontáneamente viendo errores por todas partes sin ver más allá del punto del error.
¿Y ahora qué?
Tuve una gran bendición hace unos cuantos años, que fue acompañar a mis hijas en su entrada en esta vida. Experimentando la amplitud modulada de onda resonante (AMOR) a un nivel que desconocía hasta entonces he ido viendo qué les ayuda y qué no les ayuda en esta vida.
El dedo “detectafallos” es un recurso que tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Es imprescindible para avanzar en la vida, especialmente en relación a los demás, tanto en estrategias de lucha como de cooperación. El problema surge cuando no se tiene una de las herramientas principales que naturalmente viene por la vía materna: la autoestima.
Cuando todo el día vamos por ahí con el dedo apuntando a todas partes pero sin autoestima ni suficiente confianza en quien tenemos delante, la vida va sutilmente perdiendo sentido.
¿Cómo surge la autoestima? Surge cuando el amor es incondicional. Cuando sabemos que somos bienvenidos a este mundo y nuestras cualidades son esperadas y valoradas. Surge cuando mamá me ve a mi y ante cualquier problema simplemente me da unos lametazos en la herida y me recuerda que soy amada y valorada y que todo tomará sentido porque vivo en un universo en que todo tiene un propósito que vamos conociendo a medida que nuestra perspectiva se va ampliando.
Se trata de cualidades que nos han transmitido nuestros padres. En esencia, el dedo que detecta fallos se ha relacionado tradicionalmente con el padre. Así, muchas personas tienen padres exigentes que intentan que su hijo haga las cosas lo mejor posible y triunfe al máximo. En la cúspide simbólica de ello tenemos maestros espirituales, militares o entrenadores en cualquier dominio. Una autoridad “masculina” donde la meta siempre es lo más importante, donde la persona nunca se se siente satisfecha con lo presente porque siempre hay algo por lo que luchar. La autoestima de manera natural la hemos relacionado con la madre. Y estoy hablando maternidad y paternidad, más allá de las personas o situaciones concretas que se viven. Va más allá de nuestro papá o nuestra mamá, porque todos nacimos de un espermatozoide y de un óvulo, sea cual sea la situación que hayamos encontrado en este aspecto después de la concepción. Todos tenemos esa parte masculina y femenina integradas en nosotros.
Poseemos la capacidad de enfocar bien nuestro dedo buscando analíticamente dónde está al fallo del sistema, pero también somos capaces de amar incondicionalmente a los demás o a nosotros mismos y de confiar en que todo está bien. Sabremos hasta qué punto lo está cuando nuestra mirada abarque más. Podemos accionar constantemente, siendo coherentes en cuanto a lo que pensamos y decimos. Pero además tenemos la capacidad de amar lo que Es, más allá de cualquier lucha. Mi hija me recordaba hace poco: “cuando te estoy hablando me miras pero yo me doy cuenta de que no me ves a Mi, estás viendo este problema que estoy teniendo”. Pues bien, es cierto, a veces el dedo ante nuestros ojos no nos deja ver al ser que tenemos delante.
Quizá este es el motivo por el que se ha intentado ir reduciendo el papel de la madre en la sociedad, empezando por el gobierno de su propio parto y la lactancia de sus hijos, haciéndole creer que es más acertado leer libros de maternidad que confiar en su propio instinto. Como leí en alguna parte: "A la madre la han sacado de la foto"
Hay un dedo que siempre lo califica todo como ego. Está haciendo estragos a nivel social. Ese dedo impide constantemente ver a los seres que tenemos delante. Enfocar bien el dedo es importante, pero recordemos que la autoestima nos ayuda a dar sentido a nuestra vida y ¿quien tiene ganas de vivir una vida sin sentido?


Autora:  Marisa Ferrer  Fecha: 5/7/2015

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jueves, 25 de junio de 2015

Me perdí y Me encontré


Cuando todos los caminos se han perdido, el Camino se abre paso claramente
Ursula Le Guin

Hace más de 20 años participé en un encuentro de yoga en Bonn, Alemania.
No tenía ni idea de dónde se encontraba ubicado el hotel donde se realizaba el evento, ya que me habían llevado unos amigos en coche y habíamos ido charlando alegremente todo el viaje. Aunque sí me fijé en el nombre de la montaña: Venusberg, la montaña de Venus.
Me propusieron visitar la casa natal de Beethoven. La música de este autor es de las que más he escuchado en mi vida, así que me animé en seguida a visitar su casa y hacerme una idea del ambiente en el que vivió.
Aparcamos lejos, como a media hora, con la intención de caminar un rato por Bonn. Visitamos la casa y al salir tomamos otro camino, para poder conocer otra zona de la ciudad. En un momento dado, pasamos por una tienda y vi en el escaparate un objeto que me llamó mucho la atención. Comenté que si no fuéramos en grupo entraría a preguntar acerca de ese objeto. Un amigo me dijo: entra y te espero en la puerta. Sus palabras me animaron a hacerlo y entré, pero cuando salí no había nadie esperándome.
Recuerdo muy bien lo que sentí:
“Estás perdida en medio de Europa, no hablas nada de alemán, tampoco inglés, no tienes dinero (habíamos ido en grupo y alguien pagó la entrada de todos), ni direcciones, ni siquiera tu dni (documento de identidad)”
En esa época no había móviles o yo no tenía ninguno. Tampoco sabía donde estaba el hotel. No había nadie a quien llamar y preguntar en ningún lugar. Los amigos con los que fui estaban en el hotel.
¿Qué hacer? Pensé en varias posibilidades:
Entrar en pánico: “Descartado inmediatamente como opción peor a cualquier otra.
Esperar: “No es mi estilo y no creo que se den cuenta porque vamos en varios coches. Igual no se enteran hasta la noche”.
Ir a la policía: “Qué mal rollo”.
Tomar un taxi y que me lleve a la colina de Venus: “Voy sin dinero ni nada, no hablo el idioma, así que como le explico mi situación y en caso de que lo encontráramos tendría que entrar en el hotel y hacer esperar al taxista, buff… suponiendo que encontremos el hotel, bla bla bla”
Me siento a llorar amargamente: “Y después de llorar, ¿qué?”
Empiezo a andar. En cuanto apareció este pensamiento empecé a andar, dándome cuenta de que era lo que realmente quería hacer en aquella situación, aunque pareciera delirante y absurdo.
Me puse a andar. Sin preferencias. Había perdido totalmente el camino así que no tenía referencias de ningún tipo.
Al llegar a la esquina, apareció un olor a croissant por la derecha. Como me daba igual, fui hacia allí, ya que olía bien. Otra esquina, el 9 en la puerta, que es el número reducido de mi fecha de nacimiento. Pues hacia allí giré. Otra encrucijada, flores preciosas en un balcón, pues giro otra vez… Nombres, animales, olores… Así seguí.
En ese punto de la historia empezó a pasar algo interesante que indudablemente marcó un antes y un después sutil en mi vida. Empecé a darme cuenta de que me estaba guiando a mi misma y llegaría a buen destino. Paulatinamente fui comprendiendo lo acertado de mi impulso inicial de empezar a andar y la certeza de que esa experiencia me permitiría la entrada a una nueva dimensión del sentido de la vida. Suponía un salto cuántico, la comprensión de una verdad mayor que abarcaba a las anteriores. Me habían pasado situaciones parecidas en la vida, pero la contundencia con la que se presentó esta vez fue tal que me removió profundamente.
Poco a poco, la certeza fue inundándome de alegría profunda, infinita. Me sentía guiada. Miedos anteriores incrustados se iban disolviendo de igual manera que el sol del amanecer va deshaciendo las nubes. Un paquete de información impresionante iba llegando mientras andaba. Entendía que hay que perder el camino para encontrarlo. No te dejas guiar mientras tienes referencias que te hacen preferir caminos.
En pleno entusiasmo, como un guiño extra de la vida encontré a dos jóvenes, hijos de una amiga que estaba en el encuentro de yoga. Me dijeron que mi amigo les había encargado esperarme en la puerta de la tienda para llevarme, pero no me habían visto y se habían desorientado. Realmente no tenían ni idea de dónde estaban los coches. Les dije: “no hay problema, sé donde voy, seguidme”.
Así seguimos andando un rato, con la certeza absoluta de que llegaríamos a buen puerto. Ni una sombra de duda.
Al cabo de unos minutos, allí estaban mis amigos en sus coches esperándome. Al entrar en el aparcamiento se habían dado cuenta de que faltaba yo y estaban decidiendo qué hacían. En realidad, tan acertado fue el camino que tomé que sólo llegué unos minutos después que ellos.
Me perdí y Me encontré.


Autor: Marisa Ferrer Fecha: 25/06/2015

lunes, 27 de abril de 2015

Conocimiento y sabiduría

Estamos transitando unos tiempos en los que lo terapéutico ha dejado de ser algo dominado por un pequeño grupo de personas y el conocimiento tanto del saber ancestral como de los descubrimientos actuales ha tenido la oportunidad de llegar a la mayoría de personas.
En esta sociedad y también en las del pasado encontramos terapeutas con capacidad para acompañar de verdad. Personas que han centrado su atención en lo que ocurre a la persona y los demás han puesto paulatinamente en sus manos su salud. Al mismo tiempo, encontramos personas que han adquirido conocimiento, ya sea en universidades, en cursos o en libros que se otorgan a si mismas el título de terapeutas o expertas pero es poco el conocimiento que ha sido realmente batallado y convertido en propio. Lo vemos especialmente en el mundo médico pero cada vez más también en el mundo terapéutico. Recuerdo que cuando era pequeña los curanderos que conocía eran personas muy sabias. Lo mismo ocurría en los saberes que ahora llamamos esotéricos: astrólogos, cabalistas, estudiosos de la historia que no se cuenta, de los mundos ocultos… Eran personas que habían tomado realmente en sus manos ese conocimiento, con la pasión propia del que realmente siente una llamada interna hacia ese estudio.
En su proceso de individuación, la persona se da cuenta de que sus procesos, tanto físicos como psíquicos son propios y puede acompañarlos e incluso transformarlos trabajándose a si misma, soltando la creencia inculcada de que lo que le ocurre es casual y comprendiendo que todo es manifestación de eventos que se han dado en otro momento que ha vivido de una determinada manera. Observa una y otra vez lo que pasa en su psique y en su cuerpo y deja de pasarle inadvertido que todo se inicia en ella misma, en sus propias reacciones y que cada expresión física o psíquica tiene que ver con decisiones, reacciones, elecciones…
En este punto en que tanta gente está haciendo propia su realidad son muchos los que sienten una llamada a ejercer como terapeutas. A medida que uno empieza a estudiar lo terapéutico va adquiriendo conocimiento, yendo a cursos, leyendo, escuchando a otros… En la medida en que esa persona se escuche a si misma y lo aplique, ese conocimiento se va integrando, se va haciendo propio y podemos ver que esa persona va ganando en sabiduría. En ese tránsito hacia el saber, comete cientos de errores. No puede ser de otra forma (aunque es posible que sí pueda serlo pero aún no hayamos llegado a ello) porque es a través de la experiencia como vamos haciendo propio el conocimiento.
Es interesante ver cómo caemos en la contradicción de querer hacer propia nuestra salud y a la vez desear tomar en nuestras manos la salud de los demás. Así, muchos terapeutas se sienten influenciados por sus consultantes y hablan de malas energías o personas cansinas hasta que se dan cuenta de que ese cansancio o negatividad también les está hablando de aspectos propios que piden ser trabajados e integrados.
Miramos a nuestro alrededor y encontramos cientos de médicos y terapeutas. Y tanto en un caso como en otro en el fondo lo que nos interesa comprender es su grado de sabiduría. Cuánto de ese conocimiento adquirido al precio que sea (oficial, universitario, leído) ha hecho propio esa persona. Es su grado de sabiduría lo que va a determinar si realmente esa persona nos va a poder ayudar. Aunque posea toneladas de conocimiento nada se va a mover en nosotros porque difícilmente nada va a ocurrir si la persona no tiene mucho que aportar porque no ha tomado su propia vida en sus manos. Si algo ocurre va a a ser a partir de nosotros, porque de cualquier experiencia se puede extraer sabiduría.
Aunque las personas nos hablen de conocimiento, aunque escriban cientos de artículos y libros, den clase en universidades y conferencias, tengan webs con miles de seguidores, lo que transmitan de verdad será en base a su experiencia, a la rapidez como en su vida han hecho propio el conocimiento y han comprendido la verdad tras él. Y eso se puede dar tanto en una persona joven como anciana. Hay personas jóvenes que son sabios andantes, que pasan por nuestro lado y podemos ver todo lo que transmiten, especialmente en sus ojos y su sonrisa, pero también a menudo en sus palabras. No necesariamente son terapeutas o expertas en algo, puedes encontrarlas en cualquier ámbito de la vida.
Nuestra vida es nuestro mensaje. Cuánto de ese conocimiento hemos sido capaces de transformar en sabiduría se ve en nuestra vida. Observemos cómo vive una persona, cómo lleva sus asuntos, cómo se relaciona y nos daremos cuenta rápidamente de cómo está manejando su vida, sabremos cuánto de lo que le sucede ha tomado ya en sus manos y se está haciendo cargo de ello.
Si no podemos observar su vida porque no la conocemos, podemos observar sus palabras, lo que transmite, cómo se relaciona con los demás y lo más importante, su grado de escucha. Porque la sabiduría se da en nuestras vidas cuando escuchamos. Cuando hablamos sólo hacemos propia y real nuestra conversación en la medida en que nos escuchamos. Es cuando ocurre la magia y nuestras palabras son capaces de mover montañas. Es cuando ocurre la terapia.
En la tradición ayurvédica se nos recomienda rodearnos de personas sabias. Por suerte, el planeta está lleno de ellas, de todas edades y procedencias. ¡Y qué gran verdad encontramos en tal consejo! He tenido a personas enormemente íntegras y sabias a mi lado, de varias tradiciones, procedencias e, incluso, propósitos vitales y el agradecimiento que siento no tiene límites. Cada gramo de sabiduría que han compartido conmigo es valorado como mi tesoro más grande en esta vida y tomo en mis manos el compromiso de relacionarme sabiamente con los demás en todos los ámbitos de mi vida y ofrecerles lo mejor de mi misma en mi tránsito por este planeta.
Sigamos caminando, sigamos escuchando.
Autora:  Marisa Ferrer  Fecha: 27/4/2015


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