jueves, 15 de octubre de 2015

HECHIZOS

Algunas situaciones de nuestro día a día contienen elementos que nos resultan desagradables. Notamos que es así pero no pensamos en ello hasta que la irritación va en aumento y empezamos poner más atención en ello, adoptando una actitud lo más libre posible de prejuicios que va dejando a la vista el esqueleto de lo que nos irrita.
Así, llega un momento en que se empieza a aclarar qué es lo que nos molesta realmente. El instinto nos habla a través de esa sensación desagradable dándonos la oportunidad de comprender que algo de nuestro quehacer diario no está yendo en la dirección que necesitamos.
Así me sucedía particularmente cuando acudía a los supermercados y veía a la gente comprar. El ruidito de los plásticos entrando en el carrito me resultaba muy desagradable. Un día me di cuenta de que aquello que introducían en sus carritos, aunque técnicamente podamos llamarlo alimento, sólo cubre necesidades de un cierto rango. La irritación ante aquel desagradable ruidito me estaba hablando de algo que realmente actúa como símbolo de una gran mentira acerca de nuestras creencias respecto a los alimentos. 

 Alimentarse de forma natural (lástima que la palabra esté tan manipulada) no pasa ni por plásticos, ni por descripciones de elementos nutricionales, ni fórmulas complicadas, sino que es algo simple y cercano. Sin embargo, se está viviendo un hechizo enorme, incluso diría espectacular, que nos dice que comer es complicado, tener los nutrientes que necesitamos es difícil, que sugiere que necesitamos productos especiales o vamos a enfermar... Hay un negocio gigantesco tras ello. Lo puedo garantizar, porque tengo el privilegio de constatarlo día a día en mi propia tienda donde van viniendo los clientes expresándome sus dudas y miedos y los proveedores con soluciones de lo más rocambolesco.
Supermercados de plástico repletos de contradicción, tanto grandes como pequeños, donde hay montones de productos con colores chillones y dibujos de personas felices porque comen un cereal super procesado, cerditos felices porque van a ser devorados, leches y lácteos con fotografías de prados con vacas felices de que les quiten a sus crías y a las que hacen estar permanentemente embarazadas... Ahora incluso tenemos franquicias ecológicas llenas de plásticos para recordarnos que de ese oasis de autocomplacencia falsa no escapan ni los que creen que lo hacen y que la incoherencia ha anidado en todas partes.
A lo largo de los años he visto un patrón constante en muchas cosas: algo que sucede de manera natural es reconducido artificialmente a un doble controlado que no va a favor de los seres vivos sino de los mercados.  Pongamos por ejemplo el movimiento hippie que acogió la necesidad de una generación que nació para recuperar la libertad, volver a la naturaleza y romper cadenas que limitaban.  A menudo se habla de decepción, cuando se mira atrás y se ve dónde condujo aquello: yuppies, adicciones o distracciones mediante drogas de varios tipos, utilización de ciertas músicas para crear estados de inconsciencia, confusión entre sexo y relación... Nací al mismo tiempo que el movimiento y contemplé cómo se “duplicó” en algo artirficial y limitante.
El gran símbolo de todo ello lo tenemos en los anuncios de Cocacola que nos ha acompañado durante décadas: “sé tú mismo y vive tu libertad” mientras te tomas una idiotizante bebida llena de azúcar y sustancias que mantienen vigente el hechizo.
Lo mismo hemos vivido a través del movimiento new age.
Un ejemplo de ello lo vemos en la música. Recuerdo que cuando era joven me daba cuenta de que la música new age era en cierta manera una tomadura de pelo. Emulaba la naturaleza con sus sonidos de agua, de pajaritos, de viento y ballenas, hechizándonos mediante nuestra necesidad de volver a lo natural.
Había músicos componiendo e interpretando obras de gran belleza musical, pero al mismo tiempo podías escuchar música en la que simplemente se ponían unos cuantos elementos juntos y ya está: un poco de pajaritos, un piano tocando una pequeña melodía tranquila y una flauta tocando 3 o 4 notas en cierto momento y al oyente le parece que está en paz en una sala blanca con todo en orden, con unas plantas de bambú y una figurita de Buda. En algún lugar debe haber la fórmula simple del hechizo que incluye el sonido, los colores y las fragancias de sándalo.
No cabe duda de que esos elementos están ahí porque emulan necesidades reales del ser humano y por eso nos gustan. Es como si vas a Santander desde Barcelona y cuando llegas a Zaragoza en el letrero de Madrid te pone Santander. Como vas a Santander tomas el camino que te indica el letrero pero no hay manera de llegar, porque realmente ese camino no va donde crees. ¿Suena a pesadilla? También en los sueños se dan estas trampas, pero allí podemos ver más rápido adonde llevan porque en los sueños todo es más real.
Ahora pasa lo mismo con la música “espiritual”: pones un poco de hang, haces sonar 4 cuencos, un poco de sonido de mar y “te sientes en paz”. No pueden faltar los mantras que te transportan a una zona espiritual mediante unas cuantas invocaciones a algún dios hindú o de otro lugar que en realidad no conocemos pero damos por supuesto que es positivo porque es espiritual y que nos va a favorecer invocarlo sea quien sea. Es el post-hippismo musical espiritual que intenta recoger las últimas ovejas para que no se descarríen y consigan darse cuenta de que en su esencia no necesitan ni músicas ni lisonjas cuyo único propósito es ganar nuestra voluntad.
Lo mismo ha pasado con las terapias. Tenemos cursos y más cursos siempre con el mismo lema: “tu puedes” (Yes you can). Se hace un curso tras otro, cada uno con su consabido despertar pero nos mantenemos enredados buscando un “despertar mayor” que parece que nunca llega. Pequeñas certezas muy reales, por cierto, porque nuestro Ser aprovecha cualquier oportunidad para hacerse oír, pero como no damos el gran paso de darnos cuenta de quiénes somos realmente, seguimos teniendo un día de “hoy desperté” y tres de “algo aún va mal”.
No nos damos cuenta de que los procesos naturales que se dan constantemente en nuestra vida están siendo el blanco del ataque de lo artificial puesto ahí para nublar la mente.
El colmo de esta duplicación es el trato de lo que llamamos enfermedad. ¿Que significa enfermedad? Falto de firmeza. En los procesos que vivimos (lo que llamamos enfermedades) lo que está en juego es la firmeza y es justo lo que siempre está buscando recuperar el cuerpo. ¿Qué necesita? Lo real, lo natural, el contacto con lo que realmente se es (nada que nos resulte ajeno o tengamos que leer en ninguna parte), alejando lo artificial que nubla la mente. Lo que necesitamos ya lo estamos teniendo (inflamación, dolor, síntomas) y lo absurdo es que es para lo que justamente vamos al médico al interpretar incorrectamente las señales. Y el médico (supuestamente el experto en salud) interpreta que hay que acallar los síntomas sin la más mínima idea de hacia dónde van y sin preguntarse algo tan esencial como cuál es el propósito del cuerpo al manifestar esos síntomas.
La humanidad busca sobrevivir, pero no se da cuenta de que el mecanismo para sobrevivir está siempre activo, porque lo que somos es indestructible y cada proceso que se da de manera natural en nuestro cuerpo está buscando hacernos más firmes, aportando lo que se precisa.
Sólo hay una manera de que realmente recuperemos esa firmeza interna y es escuchándonos a nosotros mismos, dejando de distraernos con sermones modernos que nos dicen que lo que sentimos es incorrecto (el dolor, la tristeza, el enfado, la irritación...). Dejar de creer que algo va mal para poder hacernos cargo de lo que realmente se presenta sin culpa ni miedo, poniéndonos de nuestro lado e invirtiendo en nosotros mismos.
De hecho, la confusión se da cuando no nos damos cuenta del verdadero valor de todo lo que se presenta. Cuando no estamos atentos interpretamos incorrectamente las señales. Mirando hacia fuera dejamos de escuchar las señales en nuestro interior. Escuchamos una voz ajena a nuestro ser integral, ajena a nuestro conocimiento ancestral y a lo que sentimos realmente. Voces ajenas que simplifican y vulgarizan procesos íntimos en los que todo lo que nos ocurre está relacionado con un todo mayor particular lleno de enlaces cuánticos que sólo nosotros podemos comprender llegado el momento justo, ni antes ni después. El encantamiento se acaba cuando despertamos de la hipnosis: no se puede hipnotizar a quien no lo permite.
Es como cuando llegamos a casa y nos saluda nuestro perro o nuestro gato y ni lo vemos, ya que estamos distraídos pensando en “nuestras cosas”. La vida real se expresa a través de los ojos de nuestro amigo y seguimos con nuestra cháchara mental  ubicada en el pasado o en el futuro, perdiendo la atención del instante presente, el punto cero vital, único punto desde el que se puede mirar alrededor como un todo ordenado en el que todo tiene relación con todo.
El enemigo no está donde nos creemos. Es muy cercano. Es un simple movimiento hacia un lado que desplaza nuestra atención hacia un doble de plástico. Nos están tomando el pelo pero sólo porque lo permitimos y lo que somos de verdad está siempre adaptándose a ello.

Autora:  Marisa Ferrer  Fecha: 29/5/2015

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1 comentario:

  1. Excelente artículo, Marisa. El análisis profundo que haces del tema vale la pena leer más de una vez.

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