DANDO VUELTAS AL ATAJO
“ Diálogo de gitanos:
- ¿Cómo andas compadrito?-
- Dando Vueltas al atajo-”
Antonio Machado
Estoy en la prueba 2. No sé en qué consiste ni adonde me lleva. Sufro, lloro, me angustio, me pongo histérica, me río, ¡me divierto! De golpe me doy cuenta de que ya estoy en la prueba 4. No sé en qué consiste ni adonde me lleva. Observo. Veo un mono. ¡Me retuerzo de risa! ¡Ridículo! ¡Ridículo! Ahora soy el mono. Me rasco el cogote. Pero no, ¡no! Ya no soy el mono. Soy un chorizo de Cantimpalos y estoy siendo devorado por aquel viejo desdentado que comía migas en Estriégana. ¡Uf! ¡No quiero! ¡Me resisto a ser masticada por el viejo!
Antes de que me de cuenta: ¡zas! Estoy en la prueba 14 y debo haber pasado varias pruebas mientras me entretenía siendo masticada.
¡Vaya experiencia! No sé en qué consiste ni adonde me lleva pero debo ser muy importante para estar en ella. Soy una estufa catalítica. ¡Qué importante! Doy calor a todos sin discriminar. Soy ancha, simpática, afectuosa. Me satisface ser una estufa catalítica. ¡Ha sido una gran idea ser una estufa catalítica! No sé en que prueba estoy pero me da igual, me siento querida. Mi bufido adormece al más despierto.
Alguien bufa a mi lado o mejor dicho silba. ¡Ah! Es este perrito tan agradable. Me quiere. Me siento en un momento de gran trascendencia. Me siento amada... El perrito me quiere, lo sé. Viene moviendo la cola y me huele. Le gusto y me complace. ¡Iiiiii! Se me ha meado encima. ¡Qué desagradable! ¿En qué prueba debo estar para sufrir tanto? Ah, ya sé, debo estar en la prueba 3. La reconozco por el membrillo que está sobre la mesa. O... quizá es la prueba 12, la de los cangrejos caníbales. Bueno, ya da igual porque acabo de notar que he pasado a otra.
Vaya, vaya... ¿Qué bien, no? Soy una princesita y me tuesto al sol. Mmmmm... ¡Qué calorcillo, caramba! Sudo un poco pero no me importa. Puedo sacrificarme. Siempre he sido una persona sacrificada. Me enorgullece saberlo.
¡Vaya morenazo se me ha echado al lado! No está mal el tipo. Se ve fuerte. Aunque mirándolo bien, tiene unos rasgos poco definidos. Esto me hace pensar que debo estar en la prueba 6, aquella de las definiciones. ¡Vaya! No es que tenga una expresión poco definida, es que ¡es una salchicha de Frankfurt! ¡Qué confusión tan horripilante! Entonces, ¿quién soy yo? No soy una princesita sino una patata frita. ¡Una patata frita! No me estoy tostando ¡¿Me estoy friendo?! Dios, esto no es vida... ¡Es una sarten!
¡Ahí está el mono de nuevo! Bueno, veo que he vuelto a la prueba 4. Claro, es lógico: no la debí entender. A ver... ¿Qué puede significar el mono? ¿Y el cogote? ¿Qué puede significar el cogote? Ah, claro, debe tener algo que ver con la teoría aquella de la existencia de Descartes. ¡No! ¡Ya lo tengo! El cogote simboliza al hombre superior, al hombre al que no le pican los mosquitos.
¡Oh! Ya no hay mono. Ya no hay cogote. Ya no hay hombre superior al que no le pican los mosquitos. Ahora todo es oscuridad.
Esto debe ser el vacío ese del que hablan. He sido proyectada al vacío. Aquí todo es silencio. Debo haber entrado de golpe en la prueba 127.
Así que ésta es la prueba 128. ¡Vaya! Pues no había para tanto, ¿no? Bueno, de todas formas me siento orgullosa de la experiencia puesto que confirma lo que en el fondo ya sospechaba: Soy Alguien Importante, alguien de un elevado nivel evolutivo. Claro, ya lo sabía. Bueno, ¡llegué! Se acabaron las pruebas.
Oh! Alguien ha encendido la luz. No sé dónde estoy. Está todo lleno de cosas. No reconozco nada. No sé qué prueba es ésta. Ah! ahí asoma el mono de nuevo. Diantre de mono, ¿qué significará?
Vallvidriera, 22 de diciembre de 1990
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