sábado, 21 de mayo de 2016

Donde empiezan las preguntas

Todos los días se nos plantean situaciones que nos piden una explicación. Pueden ser pequeños retos o enormes misterios. Así, vivimos pequeños ciclos que se inciciaron con una cuestión cuya respuesta viene rápidamente o grandes ciclos que tardan tiempo en ser aclarados. Si escuchamos atentamente, colocándonos a la distancia justa de la situación y yendo más allá de miedos y limitaciones, veremos que estos retos pertenecen a unas pocas cuestiones que se nos van planteando una y otra vez a lo largo de la vida, formando un entramado que lo relaciona todo y es nuestra historia. Paulatinamente nos vamos dando cuenta de que estas pocas cuestiones se manifiestan constantemente con diferentes actores y escenarios. Se nos repiten en el tiempo cronológico la causa profunda va más allá de este tiempo lineal.
Tras ciclos de cierta calma, en los que creemos que "ya hemos aprendido", suceden eventos ante los cuales nos damos cuenta de que "hemos vuelto a fallar” en algo que creíamos superado, provocándonos desazón al interpretar que “algo va mal”. Esa desazón nos impulsa a menudo hacia una búsqueda que incluye todo lo que nos parece posible: decisiones del pasado, de vidas anteriores, de nuestros antepasados, de personas próximas o lejanas, aspectos astrológicos u otros aspectos variados. Buscamos en nosotros pero también en “los otros” las causas a lo que nos sucede a fin de desenredar el nudo que sentimos que no nos deja avanzar con paso firme. Y si la solución que encontramos nos hace sentir que no está en nuestras manos (otras vidas, antepasados, otras personas) nos removerá sólo si la vivimos como propia y real, no como una imaginación del pasado o de otro universo.
Hace años alguien me dijo en la India que los niños hasta los 7 años viven experiencias que representan un inicio a cuestiones que van a tener que resolver durante la vida. Según esta creencia, una persona que murió ahogándose en otra vida, puede retomar el tema volviendo a ahogarse en sus primeros años. Lo mismo respecto a temáticas con los antepasados. Así cada reto que se viene a resolver en esta vida se va a presentar en forma impacto en algún momento concreto de la infancia, marcando el inicio de un ciclo que tendrá sus diferentes fases hasta ser resuelto. En ese primer impacto estarán presentes todos los actores y factores implicados necesarios para encontrar una solución. Es interesante darse cuenta de que concuerda exactamente con los descubrimientos del doctor Hamer en el nuevo paradigma médico.
Este tema tiene mucha miga, ya que esta creencia nos puede hacer llegar a la conclusión de que necesitamos a alguien que sepa “de eso” y que no lo podemos resolver por nosotros mismos. Nos vemos así impulsados a la búsqueda de los expertos que poseen nuestras respuestas. En ese punto, se ha de discernir muy bien para hacerse cargo de la situación que, al fin y al cabo, es propia y por tanto se ha de mantener en las propias manos, tanto si se consulta a alguien como si no. Si sentimos que la situación no está bajo nuestro control y la dejamos en manos de un experto, aumenta nuestra vulnerabilidad. Fijémonos en el éxito que tienen temáticas de extraterrestres, vidas pasadas, traumas pasados olvidados… Si una persona cree o intuye que todo esto es cierto, como es incomprobable,  puede llegar a creer lo que se le dice sin confrontarlo ni investigarlo. El desconocimiento de otras realidades o de temáticas respecto a la energía o la consciencia puede llevar a la persona a una enorme confusión y a cada vez más desconexión de sí misma. Si se consulta a alguien en temáticas que se desconocen, es fundamental elegir a alguien capaz de conducir al otro hacia sí mismo y no hacia fuera.
De todas formas, nuestra sabiduría espiritual permanece y aunque aparentemente se pierda el camino una y otra vez se sigue recibiendo su guía, de igual manera que al GPS del coche sigue sugiriendo una ruta reubicándose constantemente allá donde uno se encuentre: gire a la derecha, siga recto... Nada es más importante en esta vida que mantenerse consciente de esa guía.
Nos pasa a menudo que conduciendo el coche estamos embobados con la música, la radio o simplemente nuestros pensamientos y se nos pasa la salida que habíamos de tomar. Quizá estamos escuchando una música maravillosa, flotando en un mundo sutil y no recordamos que estamos aquí encarnados y nos dirigíamos hacia un cierto lugar.
Hace unos días hablaba de cosas sublimes con un buen amigo y salí del lugar tan feliz y exultante que no miraba ni el suelo. El resultado es que tropecé y salí despedida, dando tres o cuatro largos pasos hacia delante para acabar cayendo en el frío suelo. Recordé que esto no es ninguna broma y que hay que estar atenta en todo momento, sobretodo cuando estás con otras personas fuera de casa. Ese día sólo perdí un poco de "dignidad", pero a veces se puede perder algo mucho más valioso.
Si penetramos cualquier espacio confiados en nosotros mismos, sabiendo que nada es casual y manteniendo nuestra integridad en nuestras propias manos lo que sucederá nos enriquecerá. La confianza en uno mismo transforma los espacios en propicios. Nos los "a-propiamos"
Desde que venimos a este mundo recibimos un bombardeo constante de mensajes para dejar de confiar en nosotros mismos. El niño bueno es el niño obediente, el que no cuestiona, el que hace los deberes con diligencia, el que acata lo que le mandan sea justo o injusto… A medida que avanza nuestra vida los mensajes siguen, a menudo de forma muy sutil, por parte de las miles de formas de supuesta autoridad, ya sea familiar, laboral, espiritual, sea a través de dogmas religiosos, doctrinas, todos ellos manteniendo el dedo acusador, procurando desviar nuestra atención de nuestra propia certeza. Si nuestra mirada se posa en ellos excesivamente nos desconectamos de nosotros mismos.
El recurso que más confusión está creando actualmente es la palabra ego, que se ha introducido en las nuevas religiones continuando con el programa de mantener a la persona en la dualidad.
Se ha convertido en el relevo útil de la palabra pecado del catolicismo. La culpa hunde al individuo en lo incierto.
Encallarnos en el concepto “ego” nos impide ver más allá de la dualidad: “el ego o yo”. Tener que distinguir entre dos yos se convierte en una trampa entre el ego y “yo que no sé quien soy”. Y si desde ese estado interior consultamos “expertos” -médicos, terapeutas, sacerdotes, maestros- su banquete está asegurado. Ellos crecerán y nosotros menguaremos, nos debilitaremos, perderemos nuestra integridad. Las carencias que permanecen en nuestro inconsciente sin ser enfrentadas, abrirán la brecha que en algún momento tendremos que cerrar. Nuestro brillo depende de escuchar nuestra propia voz. No vale abrir brechas para que entre la luz del otro.
No queda otra que experimentar una y otra vez en nuestro propio universo y observar nuestra propia huella. A través de todo ello iremos recuperando nuestra integridad y transitaremos nuestro propio camino. Con la paz que deviene de la coherencia.
Marisa Ferrer
21 mayo 2016
Autora:  Marisa Ferrer  Fecha: 21/5/2016

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