jueves, 23 de marzo de 2017

De sarampiones y contagios

Cuando era pequeña recuerdo que nuestro médico de cabecera llamaba a las enfermedades infantiles “de crecimiento”. A lo largo de la infancia íbamos teniendo ciertas enfermedades víricas y nuestras madres las reconocían en cuanto aparecían. Tenían sus "trucos" para mejorar la calidad de vida de los pacientes mientras se pasaba el proceso. En la mayoría de hogares, cuando uno de los hermanos tenía la varicela o alguna enfermedad infantil se juntaba a los hermanos para pasarlas a la vez. Normalmente se padecían una serie de síntomas durante la enfermedad y después en la mayoría de casos no habían más complicaciones. Según nuestro médico esas enfermedades eran muy beneficiosas y necesarias para la salud que tendrías el resto de tu vida. Así lo creían los médicos tradicionales en aquella época.
Después empezaron las vacunaciones. Se informó de que esas enfermedades se podían complicar en algunas personas y había que eliminarlas inhabilitando a los virus que supuestamente eran los causantes. Quedó atrás la idea de que esas enfermedades podían ser necesarias para el crecimiento de la persona. Y se decidió que los microorganismos que se creían causantes debían ser eliminados.
Cuando llegó el momento de vacunar a nuestras hijas estudiamos los pros y los contras de la vacunación y decidimos no hacerlo, así que nuestras hijas fueron pasando las enfermedades normales de la infancia, incluidos el sarampión y la tosferina. Las dos pasaron cada enfermedad a la vez, con unos días de diferencia como acostumbra a suceder. En el caso de la tosferina todavía guardo los dibujos de las niñas de antes y después de la enfermedad, porque la diferencia es algo muy revelador. Si como se sabe en psicología los dibujos de un niño revelan su interior, está claro que en nuestras hijas sucedió indudablemente un cambio importante que se refleja en sus dibujos. La mayor, que debía tener unos 4 o 5 años, por ejemplo, dibujaba a los seres humanos sin brazos. Tras la tosferina aparecieron los brazos con manos como dos soles rodeados de multitud de vibrantes rayos. Las dos cambiaron de manera muy clara tras la enfermedad.
Hace pocos años tuvieron el sarampión.
Empezó nuestra hija major con 18 años. Al mismo tiempo se reportaron dos personas más en Barcelona, en barrios lejanos al que vive mi hija. Si antes era una enfermedad conocida por las madres y los médicos, ahora ha pasado a ser algo desconocido para la mayoría. Tan desconocidas son esas enfermedades que salimos en las noticias, evidentemente en un tono de reprobación por ser “de esos padres por cuya culpa las enfermedades perduran”.
Nuestra hija empezó con fiebres muy altas y al tercer día empezó a pasarle “algo extraño” en el interior del paladar y se empezó a llenar de manchas muy rojas, así que nos fuimos al médico, el cual nos recomendó ir a urgencias. Allí vieron que era algo vírico y la ingresaron. La tuvieron 3 días y por la habitación pasaron 10 médicos y 6 pediatras, debatiendo acerca de qué podía ser aquello. Cuando empezó a mejorar la dejaron irse a casa y nos dijeron que había sido algún tipo de virus desconocido para ellos.

Al cabo de una semana empezó con los mismos síntomas nuestra hija de 15 años. Cuando le aumentó la rojez ella dijo que no veía bien, que le pasaba algo extraño en la vista. Nos fuimos a urgencias. Como era menor nos atendió una pediatra. Acababa de estudiar la carrera y aquello le sonó a enfermedad infantil. Se sentó a buscar en el ordenador y vino diciendo: “¡ya lo tenemos, es el sarampión!”. La sorpresa fue tan grande que nos echamos a reír. ¡Aquella enfermedad extraña era el sarampión de toda la vida! La doctora nos pidió hacer fotos con su móvil en el interior de la boca de nuestra hija, porque “no tengo oportunidad de ver algo así”.
Nos envió a casa ya que es una enfermedad que no reviste gravedad. Las complicaciones que pudieran surgir casi siempre ocurren en las semanas siguientes al proceso. Ahora tengo claro que se deben a conflictos que la persona ya tenía y se resuelven o recuerdan durante la semana que dura la enfermedad, entrando en fase de solución. La dificultad en la visión se debía a una conjuntivitis habitual en el sarampión, porque se inflaman esas zonas ectodérmicas de la cara y parte del cuerpo.
Uno de los síntomas es la tos. A nuestra hija la tos y la fiebre le estaban durando muchos días y eran de gran intensidad, así que el médico del pueblo, que siempre estuvo siguiendo de cerca todo el proceso, nos recomendó ir a urgencias y hacer una radiografía para ver qué estaba pasando y asegurarnos de que no habían complicaciones. Allí la atendió una doctora del Sahara. Una mujer con mucha experiencia con el sarampión y muy amable en el trato. Tras ver que todo estaba bien en nuestra hija estuvimos hablando.
Me dijo respetuosamente que la medicina creía que a causa de que algunos padres no vacunaban a sus hijos el virus seguía y cada vez más fuerte. Yo le respondí: ¿Y no será que a causa de que la mayoría vacunan el virus necesita hacerse cada vez más fuerte y resistente para cumplir su propósito? No conocemos su propósito pero sí sabemos que la presencia del sarampión es tan antigua como la humanidad misma. Ella se sorprendió porque nunca lo había mirado así y me dijo que bien pensado era muy probable. Era alguien con mucha experiencia en sarampión que trabajaba en la sanidad pública. Si no sabemos cual es el propósito de la enfermedad no podemos poner nada en la balanza en el lado contrario a las complicaciones que puedan haber. No podemos asegurar que no tenga un propósito positivo para la salud del ser humano a lo largo de su vida.  ¿Podemos estar seguros de que algún día el haber pasado el sarampión no será crucial si experimentamos, pongamos por caso, una leucemia? Es un ejemplo de algo que podría suceder. En nuestro afán por vacunar nos ponemos unos anteojos que nos impiden ver nada más allá de lo que se nos permite.
Si el virus está aquí desde hace millones de años debe tener un propósito. Para cumlir con ese propósito él mutará y hará lo que nea necesario para llevarlo a cabo, de manera que quizá una enfermedad que antes no revestía mayor importancia y se pasaba en su debido momento en la infancia, ahora se acaba pasando con mayor intensidad y a una edad más avanzada.
También tuvimos oportunidad de hablar con otro doctor de la sanidad pública que me dijo: “esto no lo puedo decir oficialmente, pero tengo claro que el motivo tras la vacunación es económico”. No estamos hablando de un médico anti-vacunas, sino de un hombre a punto de jubilar que ha pasado toda su vida atendiendo enfermos. Me dijo literalmente: "Para la sanidad pública es más barato que la población no pase estas enfermedades". Durante el proceso nos dimos cuenta de que en silencio son muchos los médicos que dudan de las versiones oficiales y están investigando.
En nuestra visita de seguimiento concertada para un mes después de la enfermedad con la doctora que atendió a nuestra hija cuando estuvo ingresada nos comentó que dos enfermeras del hospital habían tenido el sarampión. Y que no había ninguna posibilidad de que el virus hubiera venido de nuestra hija. Dijo que lo habían estudiado a fondo y que de ninguna manera el virus podía haber viajado de nuestra hija a las enfermeras. Además, ellas eran de dos plantas diferentes muy distantes y tuvieron el virus los mismos días prácticamente.
Mirando estos hechos surgen varias cuestiones:
  • Puedo estar equivocada en mi reflexión, pero estamos apostando por un modelo de salud sin cuestionarlo y criminalizando a las personas que no están de acuerdo y no lo siguen. Se puede llegar al punto de quitar la custodia a unos padres que deciden no seguirlo por el bien de sus hijos. Esos padres buscan el bien de sus hijos y si no tienen claro que es lo oficial son capaces de no seguirlo, teniendo en cuenta que lo que está en juego es la salud de sus hijos. ¿Y si dentro de unas décadas se demuestra que aquellos padres tenían razón? ¿Y si gracias a esos padres que lo cuestionaron se impidió seguir en un gran error a nivel médico? Se tiene una fe tan enorme en los médicos que ha pasado a ser casi una religión y se olvida que quienes están detrás de las grandes decisiones son las industrias farmacéuticas. Y si los médicos no cuestionan lo que les enseñan en las carreras subvencionadas por los laboratorios los padres se ven obligados a buscar alternativas que han investigado por su cuenta, más o menos ciertas. En este momento, hay una gran desconfianza en muchas personas acerca de la medicina a causa de la evidencia de la influencia de los intereses comerciales detrás de la mayoría de tratamientos y diagnósticos. No se puede pretender que las personas no piensen por sí mismas y no "desobedezcan" los dictados oficiales si la vida de sus hijos está en juego. Personalmente conozco varios padres cuyos hijos murieron tras la vacunación y tienen claro que ella fue la causa. Ninguno de estos casos fue investigado. Simplemente se les dijo que la vacuna no tenía nada que ver.
  • Si es cierto que esas enfermedades son necesarias para el crecimiento saludable de la personas nos estamos complicando la vida. Quizá mucho más de lo que nos pensamos. Y entiendo que es muy desagradable padecer esas enfermedades, pero no conocemos su propósito.
  • Para poder hacer un estudio serio de los pros y los contras de las vacunas deberíamos recoger información que ahora no se tiene en cuenta. No se reportan síntomas o complicaciones que no se consderan producto de las vacunaciones. Además, si creemos que los microorganismos son “malos” no consideramos el valor que pudieran tener para la vida y por lo tanto no sumamos su eliminación a la lista de inconvenientes de la vacunas. Si una persona supiera que por ejemplo un sarampión le va ayudar años más tarde a superar una leucemia quizá decidiría no vacunarse. Es un supuesto, pero nadie me lo puede rebatir en este momento con argumentos verdaderamente científicos en la mano, argumentos no “involucrados” en un interés comercial. Mientras los estudios no tengan en cuenta estas consideraciones para mi no tienen validez.
  • Y si fuera cierto que estas enfermedades son necesarias, ¿cuál es el propósito a nivel evolutivo de cada enfermedad infantil vírica, por tanto relacionada con cuestiones del ectodermo? Podemos intuirlo analizando los síntomas y ubicándolos en las edades en que más habitualmente esas enfermedades se darían de manera natural en los niños. Queda un campo muy interesante por investigar al respecto.
  • ¿Qué es un contagio realmente? Hay que replanteárselo seriamente a la vista de los datos que avisan de que la teoría no encaja con la realidad. ¿Cómo dos personas en el mismo hospital viven en mismo proceso sin que un microorganismo haya viajado de una a otra? Sabemos que ocurre así una y otra vez y no se puede seguir girando la cabeza para no ver la evidencia.
  • ¿El virus del sarampión es el causante del sarampión o sólo participa en el proceso? Si vamos a un incendio y vemos a un bombero en su interior podemos errar pensando que él fue el causante del incendio.
Conocí las 5 leyes biológicas descubiertas por el doctor Hamer, que incluyen una revisión de lo que son los microorganismos y su participación en los procesos que viven los seres y desde entonces voy comprendiendo y atando cabos respecto a las dudas de lo que no me encajaba de la visión actual de la medicina. Recomiendo el estudio a fondo de las 5 leyes a todos los médicos y terapeutas cuyo propósito sea realmente acompañar a las personas para que tengan la mejor salud posible. Sin ese conocimiento gran parte de la medicina (tanto oficial como alternativa) se convierte en ir dando palos de ciego con unas consecuencias que se desconocen.
Marisa Ferrer
23 de marzo 2017

viernes, 3 de marzo de 2017

¿Qué implica confiar en los demás?

Cuando entras en las redes sociales encuentras a menudo comentarios afirmando lo idiotas que son los demás y sugiriendo que se es más inteligente y despierto y que se posee el conocimiento acerca de cómo deberían ser las cosas.
Se utilizan frases como: "sé tu mismo", "escucha a tu propio Ser", "síguete a ti mismo"…
Sin embargo, al encontrarse realmente frente al otro, se le rechaza directamente si no sigue los modelos ideales. Le imponemos nuestra teoría y nos permitimos tratarlo de borrego, idiota, dormido…
La verdad es que viendo esas actitudes te planteas qué tipo de mundo crearían esas personas si tuvieran poder, porque se sienten superiores y creen que tienen potestad para tratar al otro de imbécil. Puedes imaginarlos como padres o parejas realmente difíciles.
Sustenta esa actitud la creencia de que uno nació más dotado en su inteligencia o recursos. Uno tuvo mejor karma por haber sido más bueno en otras vidas y por eso es más inteligente, fue un mejor hijo o estableció una mejor relación con los dioses. Cada religión o ideología nos ofrece un razonamiento de ese tipo que nos permite sentirnos elegidos, incluso salvadores. De esa manera se acaba justificando imponer los puntos de vista. La historia está llena de ejemplos de este tipo de mentalidad. En cada cultura encuentras el camino para sentirte mejor que los demás.
Y a medida que avanza mi vida me doy cuenta de que se trata de una visión distorsionada de los demás. Una visión que nace del interior de uno y se refleja fuera. Lo que veo fuera no es independiente de mi propia identidad sino su reflejo.
¿Cómo sabes que el otro se equivoca en su particular camino? Aunque tu lo percibas como alguien manipulado, ¿cómo sabes que esa experiencia no es la que vino a vivir? Y lo más importante, ¿qué te hace pensar que tú no estás siendo también manipulado? Sorprende que uno no se plantee esa posibilidad.
Incluso en lo que nos parece más evidente, se trata sólo de nuestro punto de vista en base a nuestra experiencia particular.
¿De quién es este mundo? ¿Cuántos mundos hay en este?
Se ha puesto de moda decir: “Éste no es mi mundo”. Se utiliza ese gancho incluso en muchos anuncios. Pero, entonces ¿de quién es? Este mundo es tan mío como de cualquier dios o ideología que se lo quiera apropiar para modelarlo a su gusto. Incluso aunque hubiera sido diseñado por arquitectos del espacio o de cualquier nivel imaginable, lo cierto es que en mi presente este es mi mundo y nadie ni nada tiene potestad para subyugarme. Sé que es así, porque esto habla de mi en esencia, lo único que realmente conozco.
La pregunta de si estamos aquí atrapados es una gran pregunta: ¿vine por mi propia voluntad o fui obligada o engañada para venir y ahora no puedo liberarme?
Si miras lo que se publica en Internet con cierta perspectiva ves paquetes de ideas acerca de este tema que van volando por la red. Son unas cuantas posibilidades con explicaciones acerca del mundo y la gente se las apropia si les encajan. Se identifican y se acomodan en ellas.
Identificarnos con una idea supone un gran alivio ante la incertidumbre vital. Nos ayuda a sentirnos más seguros y protegidos porque le encontramos un sentido a la vida y necesitamos esa sensación. Se siente peligro sin referencias porque se necesita encontrar un sentido a lo que sucede.
Pero desde unas referencias uno va ampliando su horizonte. Llegas a un punto y amplias más allá. En los momentos en que esto se mueve parece que se caiga el propio mundo y saltan las alarmas internas de protección personal. Hasta encontrar un nuevo sentido se siente confusión, porque no se ve el plano total del nuevo nivel de percepción.
Hay que reconocer que siguiendo modelos o patrones la vida es más cómoda. Ya conocemos su sentido y así no tenemos que vivir el vértigo de encajar algo nuevo que no comprendemos. La mayoría de juicios y críticas nacen intentando no moverse de ese punto. Si no fuera así no nos molestaría lo que dice o hace el otro. Darse cuenta de esa molestia sin saltar hasta comprender qué es lo que nos molesta nos permite percibir en qué supone un peligro para mi mundo la presencia del otro. El desprecio y la crítica se hacen desde esa molestia. La paranoia también. Es una alergia que nos impide tener contacto con lo que se rechaza. Ninguna de las dos llevan a la integración.
Por eso, las personas sencillas y tradicionales nos hacen sentir bien. A menudo se las idealiza como casi perfectas. Les damos un valor por encima de los demás, porque vemos coherencia en ellas. Pero me ha ocurrido varias veces en la vida que al convivir con esas personas he ido viendo sus limitaciones y cómo les cuesta ampliar su visión acerca de las cosas, incluyendo nuevas posibilidades que les aportan los demás. En algún momento ellos también se moverán. Sus referencias anteriores no darán sentido a lo nuevo que les ocurra y necesitarán ampliar su perspectiva, cuando lleguen sus ciclos oportunos.
Es incómodo o hasta inquietante escuchar a personas con las que no nos identificamos, así que a menudo no hacemos ni el más mínimo esfuerzo escuchándolas, asumiendo que no van a tener nada que aportar a nuestra vida. Les rechazamos y nos alejamos al máximo posible porque no se está bien allí sin identificar ningún aspecto en común en esa persona.
De manera que en nuestros encuentros con los demás, cada uno protege su idea. Las alarmas internas personales saltan defendiendo nuestra idea a ultranza ante la perspectiva de tener que confiar en que la aportación del otro no es casual.
Discutir crispados no nos lleva a ningún lado, solo aumenta las brechas. Cuando uno debate crispado, en realidad está sucumbiendo a su ideología, creyendo que no tiene nada que escuchar. Para que haya una conversación ha de haber un emisor y un receptor. Si sólo hay emisores no hay comunicación. Se trata de Marte sometiendo a Venus. A menudo esos emisores van levantando la voz hasta llegar a los gritos porque el otro está cada vez más lejos.
Para debatir hay que acercarse, no alejarse. Por eso ninguna imposición resiste el mirarse a los ojos o la sonrisa sincera.
Todos estamos de acuerdo en que está el ambiente social intoxicado en este momento. La manipulación de la sociedad vía noticias, iniciativas de ingeniería social, opiniología constante en los medios... han hecho su trabajo. Y nos molesta que los demás se dejen tomar el pelo, cuando vemos que es evidente que está sucediendo.
¿Es todo esto casual? ¿Cuál es nuestro papel en este momento de la historia?
Incluso en el supuesto de que estemos aquí atrapados en este mundo, algo que en el fondo no sabemos, la batalla de cada uno es interna. Cuando se cree que no es así y que hay que modificar por la fuerza, sucede que un grupo decide por los demás y se carga a cuantos haga falta porque ve "al enemigo" en ellos. ¿Cuántas veces nos ha pasado ya como humanidad? Ves sus razones y siempre implican el despreció hacia el otro: sea persona, animal, planta o mineral.
Tengo claro profundamente que tal camino no va a liberar a nadie.
Es absurdo hablar de seguirse a uno mismo, de seguir el propio camino y después gritarle al otro que despierte y decirle que es un borrego, sugiriéndole en el fondo que te escuche a ti y no a sí mismo. Realmente el borrego eres tu cuando haces eso, porque tienes un pastor que es tu ideal y quieres que sea también el pastor de los demás.
¿Qué nos hace pensar que somos mejores que los demás? Es un pensamiento de una ignorancia abrumadora.
Aunque seamos agudos y brillantes pensadores lo que aportamos siempre es nuestra parte, que no es el total.
Si ejercemos de salvadores sin confianza ni respeto, considerando a los demás un error, nos adentramos en la creencia de que la vida realmente no tiene sentido o hay un enemigo que nos va a machacar. Tenemos a alguien delante pero sólo vemos “a otro” y no somos capaces de ver a la vida a través de sus ojos y aprender lo que nos viene a enseñar. Así tampoco nos liberaremos de nada, porque no estamos conectando con lo más esencial.
Si el otro es un “muerto viviente” sin criterio es un problema para él. El tendrá que librar sus batallas y yo las mías.
En el fondo lo que uno se demuestra en cada experiencia es si la vida tiene sentido. Por eso hablo de confianza.
He encontrado en la vida los seres más disparatados y que más rechazo me provocaban y sin cerrarme a la experiencia del encuentro real han traído grandes revelaciones a mi vida.
A cada avance el sentido se te acaba revelando. Ser conscientes de ello nos permite mantener la confianza cuando parece que todo pierde sentido.
Entiendo a los filósofos cuando dicen: a medida que más sé, me doy cuenta de que no se nada. Nos acabamos dando cuenta de que nos movemos por el mundo ampliando nuestra perspectiva constantemente.
Marisa Ferrer
3 de marzo 2017