domingo, 29 de mayo de 2016

Sobre mí


 Nací en Barcelona, en el año 62.
Mis padres tenían un gimnasio de los de antes, así que me crié en un ambiente en el que se daba importancia a llevar una vida saludable. Tengo muy buenos recuerdos de lo vivido en el gimnasio, de conversaciones interesantes y buenos momentos compartidos, de verdaderas amistades que perduran, con las que aprendí a compartir momentos alegres y tristes, a aceptar triunfos y derrotas y a avanzar acompañada en momentos difíciles por los que transitó mi familia.
Mi padre me transmitió el amor hacia el equilibrio entre una mente y un cuerpo sanos, algo que él ha procurado practicar hasta el presente, con ya casi 87 años. Su gimnasio expresaba muy bien esta cualidad suya y elegía cuidadosamente a los instructores.
Así, tuve la buena fortuna de conocer ya desde muy niña grandes seres que se habían formado cuidadosamente en sus propios países como maestros de diferentes artes marciales, sobretodo judo o karate, aikido y kung fu. En su momento, mi relación con ellos fue muy estrecha y su influencia muy importante en mi forma de ver la vida, porque me mostraban una filosofía que no era la que me aportaba mi cultura, por lo que me siento muy honrada de haberlos conocido. Mis padres, los dos de una espiritualidad intensa y muy particular, cada uno a su manera nada convencional, gozaban mucho con su compañía, así que tuve muchas oportunidades de conocer aquella manera de ver la vida tan diferente a la que veía a mi alrededor.
Eran los primeros maestros de artes marciales que aparecieron por el país. Antes de su llegada estos temas apenas se conocían en occidente. Era la época de la serie Kung fu y de Bruce Lee y muchos expertos conocedores de aquellas artes decidieron salir de sus países y recorrer el mundo compartiendo su sabiduría. En las culturas orientales se tiene en cuenta una área de percepción mucho más amplia. Sus filosofías buscan el equilibrio en el desarrollo del potencial humano. Cuando la gente me habla de China o Japón como modelos de trabajo enfocados hacia el capitalismo les recuerdo que hay mucho más que no tenemos en cuenta de aquellas culturas donde lo ancestral aún perdura.
Siempre me interesó el estudio de los mundos sutiles, aunque no a nivel fenomenológico. Por el contrario, mi interés provenía de ser muy consciente de que lo que veíamos y lo que me habían enseñado en la escuela era muy poco en comparación con la realidad que yo percibía. Así que me interesé por libros y cursos de astrología, alquimia, gobierno de la mente, yoga y muchos otros temas que son despreciados por las mentes que se atienen al limitado rango de la realidad que ven o que se les muestra. Leí con mucho interés libros que hablaban de otras realidades y libros antiguos como el Mahabaratha, fragmentos de los Vedas, la Biblia, las epopeyas de Gilgamesh, el código de Hammurabi, el Tao Te King, el I Ching y sobre mitología griega o de otros lugares. Esta búsqueda del verdadero pasado y origen nunca se detuvo, aunque mi visión de todo ello ha cambiado mucho desde aquellos tiempos.
En el año 78 conocí a Mathia Tarrés, una experimentada astróloga que tenía una escuela en Barcelona desde donde compartía sus conocimientos de astrología, simbología y conocimientos ancestrales. Aprendí y colaboré durante años con ella y con diferentes profesores que pasaron por su escuela.
Dado mi interés hacia las filosofías antiguas asistí como oyente al estudio de filosofía y religiones del antiguo oriente en la universidad de Barcelona. Estuve un par de años estudiando, hasta que comprendí qué había ido a buscar allí y ya no fue necesario continuar. Seguí estudiando por mi cuenta.
A los 18 años decidí dejar de comer animales. Ya desde niña me suponía un conflicto hacerlo y era fuente de discusiones en casa, ya que mis padres pensaban que no podría tener una buena salud sin comer animales. Fue una decisión difícil puesto que no había nadie a mi alrededor que no comiera carne, así que empecé buscar respuestas frecuentando ambientes naturistas y vegetarianos. Por afinidad, acabé trabajando en lugares como la revista Integral, CuerpoMente y Conciencia Planetaria. También participé durante unos años en diversos programas radiofónicos, comentando temas de salud y conocimiento ancestral.
Me inicié en esa época en el estudio conocimientos como la macrobiótica, la nutrición vegetariana y las terapias energéticas.
Tuve el privilegio de conocer muy a fondo la filosofía del yoga a través del maestro P. Kumar de la India. Con él comprendí lo importante que es darse cuenta de que la realidad en la que vivimos tiene unas leyes que la rigen y que no nos son conocidas, aunque sí las podamos percibir. Me demostró a nivel particular cómo mis creencias estaban afectando a lo que ocurría en mi vida. Su impecabilidad y su ejemplo fue el mejor maestro que haya tenido en mi vida en cuanto a responsabilidad. A su lado conocí temas que han sido fundamentales en mi vida como el manejo de la energía, la importancia de ser impecable a nivel mental y coherente en la acción, así como también las bases del ayurveda.
Cuando de niña pensaba en qué sería “de mayor” deseaba estudiar medicina, pero cuando me di cuenta del enfoque que se daba al tema en las universidades descarté la idea por completo porque vi que la visión respecto a la salud que se ofrecía en las universidades no tenía nada que ver con lo que yo había aprendido de manera autodidacta. Por ello, decidí seguir estudiando por mi cuenta e hice incursiones en muchos temas terapéuticos. Intentando desvelar el conocimiento del cuerpo y la psique humana estudié en varias líneas con diferentes profesores: ayurveda, fitoterapia, esencias tanto florales como minerales, iridología,  medicina tibetana, macrobiotica, y diversas terapias psicoterapéuticas (AT) e iniciativas pedagógicas (Waldorf) que ayudan a comprender cómo funcionamos.
Mis profesores han sido muchos en estos años: Jacques Haesert, Sudhakar Powar, Marion Leigh, profesores de la pedagogía Waldorf, del arte de la palabra, de la euritmia y otros muchos más.
Un punto de inflexión fue conocer los descubrimientos del doctor Rike Geerd Hamer. Me di cuenta de que suponían un giro completo en el entendimiento acerca de la salud y la visión de cómo se inician y avanzan los procesos que vive el cuerpo, mal llamados enfermedades.
Para mi era muy evidente que el concepto acerca de la enfermedad, tanto por parte de la medicina convencional como de la “alternativa”, no se ajustaban a lo que veía con mis propios ojos. A medida que fui haciéndome preguntas cada vez más a fondo, las respuestas me llevaron a descartar de base el concepto de enfermedad que tiene la medicina convencional, pero también la alternativa.
Conocer al doctor Hamer fue una enorme revelación. Cuando, a partir de sus descubrimientos, comprendí cómo se iniciaba la enfermedad, fueron clarificándose muy rápidamente aspectos que la programación con la que nos educan no me habían permitido ver hasta entonces. La intuición y la observación directa, sin prejuzgar, me habían ayudado a mantenerme consciente de que las cosas no eran como me las estaban contando, así que investigaba intentando mantener mi mente independiente de lo aprendido, observando la realidad tal y como se presenta. A partir del momento en que me hablaron de las leyes naturales descubiertas por Hamer empezó un despliegue de comprensión mucho más intenso. Actualmente, considero que todo médico o terapeuta debería conocer esas leyes antes de tomar en sus manos la responsabilidad de acompañar a un paciente.
Además del mundo terapéutico, me he dedicado a fondo a temas de crianza desde que conocí a mi marido y fui madre. Como vivo siempre intensamente mi presente, mi marido y mis hijas han supuesto para mi una expansión tras otra: todo un mundo de batallas, alegrías, comprensiones, momentos de plenitud y otros de desánimo y enormes dosis de complicidad tanto con mi marido con mis hijas. Sentí que había por delante toda una revolución, tanto en lo que respecta a la pareja como a la maternidad. En mi necesidad de dar respuesta a las cuestiones que se presentaron me uní con otras personas en varias iniciativas de crianza y educación “alternativa”. Me impliqué a fondo junto con mi marido en iniciativas que promueven una crianza natural y respetuosa. Fui monitora de lactancia materna y co-fundadora de varias asociaciones de crianza natural.
Venimos de unos tiempos en que se creía que había que someter al niño y dejarlo sin voz (in-fancia). De fondo está el propósito de dejar sin voz al individuo para que no piense por sí mismo.
Mi propósito está enfocado en que cada individuo brille con luz propia. Actualmente sé que todo lo que he aprendido me ayuda a llevarlo a cabo.

Marisa Ferrer

29/5/2016

PD:
Marisa falleció el 3/5/2019.
Su familia hemos querido que sus publicaciones continuen a disposición de los lectores de forma indefinida.

sábado, 21 de mayo de 2016

Donde empiezan las preguntas

Todos los días se nos plantean situaciones que nos piden una explicación. Pueden ser pequeños retos o enormes misterios. Así, vivimos pequeños ciclos que se inciciaron con una cuestión cuya respuesta viene rápidamente o grandes ciclos que tardan tiempo en ser aclarados. Si escuchamos atentamente, colocándonos a la distancia justa de la situación y yendo más allá de miedos y limitaciones, veremos que estos retos pertenecen a unas pocas cuestiones que se nos van planteando una y otra vez a lo largo de la vida, formando un entramado que lo relaciona todo y es nuestra historia. Paulatinamente nos vamos dando cuenta de que estas pocas cuestiones se manifiestan constantemente con diferentes actores y escenarios. Se nos repiten en el tiempo cronológico la causa profunda va más allá de este tiempo lineal.
Tras ciclos de cierta calma, en los que creemos que "ya hemos aprendido", suceden eventos ante los cuales nos damos cuenta de que "hemos vuelto a fallar” en algo que creíamos superado, provocándonos desazón al interpretar que “algo va mal”. Esa desazón nos impulsa a menudo hacia una búsqueda que incluye todo lo que nos parece posible: decisiones del pasado, de vidas anteriores, de nuestros antepasados, de personas próximas o lejanas, aspectos astrológicos u otros aspectos variados. Buscamos en nosotros pero también en “los otros” las causas a lo que nos sucede a fin de desenredar el nudo que sentimos que no nos deja avanzar con paso firme. Y si la solución que encontramos nos hace sentir que no está en nuestras manos (otras vidas, antepasados, otras personas) nos removerá sólo si la vivimos como propia y real, no como una imaginación del pasado o de otro universo.
Hace años alguien me dijo en la India que los niños hasta los 7 años viven experiencias que representan un inicio a cuestiones que van a tener que resolver durante la vida. Según esta creencia, una persona que murió ahogándose en otra vida, puede retomar el tema volviendo a ahogarse en sus primeros años. Lo mismo respecto a temáticas con los antepasados. Así cada reto que se viene a resolver en esta vida se va a presentar en forma impacto en algún momento concreto de la infancia, marcando el inicio de un ciclo que tendrá sus diferentes fases hasta ser resuelto. En ese primer impacto estarán presentes todos los actores y factores implicados necesarios para encontrar una solución. Es interesante darse cuenta de que concuerda exactamente con los descubrimientos del doctor Hamer en el nuevo paradigma médico.
Este tema tiene mucha miga, ya que esta creencia nos puede hacer llegar a la conclusión de que necesitamos a alguien que sepa “de eso” y que no lo podemos resolver por nosotros mismos. Nos vemos así impulsados a la búsqueda de los expertos que poseen nuestras respuestas. En ese punto, se ha de discernir muy bien para hacerse cargo de la situación que, al fin y al cabo, es propia y por tanto se ha de mantener en las propias manos, tanto si se consulta a alguien como si no. Si sentimos que la situación no está bajo nuestro control y la dejamos en manos de un experto, aumenta nuestra vulnerabilidad. Fijémonos en el éxito que tienen temáticas de extraterrestres, vidas pasadas, traumas pasados olvidados… Si una persona cree o intuye que todo esto es cierto, como es incomprobable,  puede llegar a creer lo que se le dice sin confrontarlo ni investigarlo. El desconocimiento de otras realidades o de temáticas respecto a la energía o la consciencia puede llevar a la persona a una enorme confusión y a cada vez más desconexión de sí misma. Si se consulta a alguien en temáticas que se desconocen, es fundamental elegir a alguien capaz de conducir al otro hacia sí mismo y no hacia fuera.
De todas formas, nuestra sabiduría espiritual permanece y aunque aparentemente se pierda el camino una y otra vez se sigue recibiendo su guía, de igual manera que al GPS del coche sigue sugiriendo una ruta reubicándose constantemente allá donde uno se encuentre: gire a la derecha, siga recto... Nada es más importante en esta vida que mantenerse consciente de esa guía.
Nos pasa a menudo que conduciendo el coche estamos embobados con la música, la radio o simplemente nuestros pensamientos y se nos pasa la salida que habíamos de tomar. Quizá estamos escuchando una música maravillosa, flotando en un mundo sutil y no recordamos que estamos aquí encarnados y nos dirigíamos hacia un cierto lugar.
Hace unos días hablaba de cosas sublimes con un buen amigo y salí del lugar tan feliz y exultante que no miraba ni el suelo. El resultado es que tropecé y salí despedida, dando tres o cuatro largos pasos hacia delante para acabar cayendo en el frío suelo. Recordé que esto no es ninguna broma y que hay que estar atenta en todo momento, sobretodo cuando estás con otras personas fuera de casa. Ese día sólo perdí un poco de "dignidad", pero a veces se puede perder algo mucho más valioso.
Si penetramos cualquier espacio confiados en nosotros mismos, sabiendo que nada es casual y manteniendo nuestra integridad en nuestras propias manos lo que sucederá nos enriquecerá. La confianza en uno mismo transforma los espacios en propicios. Nos los "a-propiamos"
Desde que venimos a este mundo recibimos un bombardeo constante de mensajes para dejar de confiar en nosotros mismos. El niño bueno es el niño obediente, el que no cuestiona, el que hace los deberes con diligencia, el que acata lo que le mandan sea justo o injusto… A medida que avanza nuestra vida los mensajes siguen, a menudo de forma muy sutil, por parte de las miles de formas de supuesta autoridad, ya sea familiar, laboral, espiritual, sea a través de dogmas religiosos, doctrinas, todos ellos manteniendo el dedo acusador, procurando desviar nuestra atención de nuestra propia certeza. Si nuestra mirada se posa en ellos excesivamente nos desconectamos de nosotros mismos.
El recurso que más confusión está creando actualmente es la palabra ego, que se ha introducido en las nuevas religiones continuando con el programa de mantener a la persona en la dualidad.
Se ha convertido en el relevo útil de la palabra pecado del catolicismo. La culpa hunde al individuo en lo incierto.
Encallarnos en el concepto “ego” nos impide ver más allá de la dualidad: “el ego o yo”. Tener que distinguir entre dos yos se convierte en una trampa entre el ego y “yo que no sé quien soy”. Y si desde ese estado interior consultamos “expertos” -médicos, terapeutas, sacerdotes, maestros- su banquete está asegurado. Ellos crecerán y nosotros menguaremos, nos debilitaremos, perderemos nuestra integridad. Las carencias que permanecen en nuestro inconsciente sin ser enfrentadas, abrirán la brecha que en algún momento tendremos que cerrar. Nuestro brillo depende de escuchar nuestra propia voz. No vale abrir brechas para que entre la luz del otro.
No queda otra que experimentar una y otra vez en nuestro propio universo y observar nuestra propia huella. A través de todo ello iremos recuperando nuestra integridad y transitaremos nuestro propio camino. Con la paz que deviene de la coherencia.
Marisa Ferrer
21 mayo 2016
Autora:  Marisa Ferrer  Fecha: 21/5/2016

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domingo, 17 de enero de 2016

Mi amigo gorrión

En el año 92 estuve un verano trabajando en el camping de unos amigos.
Un día entró un gorrión en el recinto donde transcurría mi quehacer laboral y se estrelló contra el cristal. Me acerqué y lo recogí intentando asustarlo lo menos posible. Me lo llevé a mi hogar-caravana. Le di un poquito de pan mojado en agua y el gorrión se fue quedando tranquilo y recuperando. Se quedó a vivir conmigo durante unos días.
Fue una experiencia muy intensa porque experimenté y comprendí cosas que nunca me había planteado. Una de ellas fue que la relación con un ave no es diferente a con un perrito o un gatito. Con los años me he dado cuenta de que a un nivel profundo es lo mismo con un árbol, con una planta, con un pez... Simplemente son lenguajes diferentes.
Llevaba al gorrión conmigo a dar paseos posado sobre mi hombro. Hablaba con él en muchos momentos y me acompañaba a todas partes. Cuando alguien se acercaba el gorrión permanecía en mi hombro y no se dejaba tocar, a excepción de mi amigo propietario del cámping, que tenía el privilegio de recibir también tan simpático huésped en su hombro cuando nos encontrábamos.
Me daba cuenta de que el gorrión tendría que partir. Un día salimos a dar un paseo y lo posé sobre mi mano diciéndole algo como: venga, vuela, sigue tu camino! Y él así lo hizo y se fue volando.
A pesar de que sabía que así había de ser quedé muy entristecida, sintiendo la pérdida intensamente, echando de menos su compañía.
Pasaron los días y llegó mi cumpleaños. Fui a trabajar como todos los días y  de repente apareció el gorrión volando. Se acercó a mi y se puso sobre mi hombro. Yo lo acaricié y le dije que era el mejor regalo de cumpleaños de mi vida. Se quedó unos momentos conmigo y después volvió a salir volando. Me di cuenta, como en otras ocasiones, de que la pérdida en realidad no existe.
Autora:  Marisa Ferrer  Fecha: 17/1/2016

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