martes, 5 de diciembre de 2017
Por el camino encontramos las respuestas
Cuando “encontrar qué está en conflicto” se convierte en un bocado que creo que necesito:
Cuando intentamos encontrar el conflicto que originó una “enfermedad”, nos podemos acabar adentrando en un nuevo conflicto, en este caso de bocado, especialmente si creemos que podemos morir si no conseguimos ese bocado "¿cuál es el conflicto?" Es una pregunta habitual en el entorno de la Nueva Medicina Germánica. Casi siempre nuestra pregunta parte de la suposición de que estamos haciendo algo mal, por lo que “tengo que hacer algo para resolver esto”.
Está claro que si sabemos que la causa de nuestro problema está en un conflicto que estoy viviendo hemos de indagar acerca de todo lo que nos ha sucedido a fin de resolver el conflicto. Sin embargo, el hecho de que consigamos dilucidar esa causa no dependerá de cuán obsesivamente busquemos. De hecho, la búsqueda desesperada a veces nos aleja de la información que buscamos. La necesidad no acostumbra a ser un buen camino hacia la comprensión.
Si observamos nuestra vida, cuando hemos tenido momentos de comprensión ésta ha aparecido normalmente de repente y nadie nos ha tenido que convencer de nada. De repente todo se comprende, como cuando pones una pieza en un puzle y todo encaja. Cuando intentas hacer un puzle es esencial para ir avanzando tener la mente tranquila e ir probando. Si te desanimas porque nada encaja te atrasas, forzando piezas o cometiendo errores.
¿Y si no no hay nada que estemos haciendo mal y sólo se trata de un camino?
Es difícil saber por qué nos pasan cosas en la vida. Internet está llena de información de todo tipo al respecto, con miles de creencias imposibles de verificar. Esa imposible verificación supone un enorme negocio para mucha gente que va emitiendo teoría tras teoría. Nos venden un mundo “lógico mecánico” en el que si sabes la clave correcta ya no sufrirás más ni tendrás conflictos. Pero a poco que uno observe se da cuenta de que no es cierto. La vida continua con sus retos, tengamos o no fórmulas de éxito. De repente, el que estaba arriba en pleno éxito está abajo y al contrario. Las personas que viven alguna necesidad se convierten en víctimas vulnerables de todo tipo de negocios. Muchas personas se quejan de haberse gastado verdaderos dinerales en terapeutas o talleres. Tuvieron sus momentos de esperanza y de falso resplandor para al final darse cuenta de que tienen que atravesar ese bosque que se presenta tan lleno de peligros. Para salir del bosque hay que atravesarlo.
Recuerdo haber leído una anécdota de un autor, Richard Moss, que durante años ejerció de gurú. Tras escribir algunos libros inspirado por ciertos descubrimientos internos, fue seguido por muchas personas, que cuidaban de él y le servían, como a tantos cientos de gurús. Él se tenía a sí mismo como una persona más sabia que los demás y vivía en un mundo de algodón. Pasados unos años se enamoró de una mujer que vivía en la ciudad con sus hijos adolescentes. Moss dejó su ashram, donde vivía con sus seguidores, trasladándose a vivir con ella. Allí, según sus palabras, pasó de ser el venerado maestro sabio al “hijo de puta que vive con mamá”. Para los hijos de esta mujer, él no era nadie especial, sino más bien un enemigo despreciable. En ese momento, él tuvo que encarar un nuevo reto y tras experimentarlo a fondo escribió un nuevo libro compartiendo sus experiencias.
¿Podemos evitar los conflictos?
Entramos en conflicto cuando algo nos supera. Y no es con fórmulas de Internet o de cualquier libro como conseguiremos resolver nuestro conflicto, sino transitando el camino que nos lleva a una comprensión más amplia de lo que sucede. Y a veces ese camino es muy largo. A menudo es tan largo que parece que nunca se acabe. Y no tenemos la garantía de que no dejemos la vida en ese camino. Realmente, nos puede suceder a cualquiera, dependiendo de la magnitud de los eventos que vivamos en nuestra vida y de nuestra capacidad para resolverlos.
Hay ciertas circunstancias en la vida que no vamos a conseguir evitar ni a aceptar tan fácilmente con ninguna fórmula mágica. Si nos sucede como al doctor Hamer y nuestro hijo recibe un disparo y se mantiene entre la vida y la muerte, cualquier padre o madre que ame a sus hijos va a sufrir un conflicto, por más que haya leído mil manuales. Si no tenemos dinero y nuestros hijos pasan hambre estaremos en un conflicto activo buscando resolver el problema aunque asistamos a miles de talleres que nos vendan soluciones fáciles y lógicas a nuestra carencia. La ventaja es que si no tenemos dinero nos ahorraremos muchos talleres y es posible que avancemos con mejor pie. Múltiples circunstancias, muchas de ellas sociales, harán que la persona logre o no resolver ese problema. Beethoven no lo logró jamás y Mozart tampoco. Para cierto arte no es fácil la supervivencia en esta sociedad de consumo rápido. Aunque hubieran participado en muchos talleres quizá no habrían conseguido cambiar nada. ¿Qué sabemos realmente? Que conste que no tengo nada contra los talleres o los terapeutas, pero la altura y verdadera eficacia de ellos se mide en la invitación a transitar el propio camino sin atajos. El acompañamiento compartiendo los propios recursos producto del propio camino sin vender humo ni falsas esperanzas.
Lo que verdaderamente ayuda a mantener cierta calma en medio de las tormentas que generan los conflictos es la confianza en que lo que nos sucede no es porque sí, ni porque tenemos mala suerte, ni porque un dios omnipotente nos ha enviado ese trance. De igual forma que hemos comprendido que todo tiene un propósito en el organismo, podemos intuir que algún sentido pueda haber tras lo que nos sucede. De cualquier forma, no lo podemos cambiar. Aunque miles de coaches nos digan que sí y nos vendan sus cursos, al pasar los años nos damos cuenta de que lo que nos permite llegar a los lugares es transitar los caminos. No hay atajos, porque la comprensión nace de la vivencia. Antonio Machado lo reflejaba muy bien en su diálogo de gitanos: “¿Cómo vamos compadrito? Dando vueltas al atajo”. De eso hay que liberarse si uno quiere caminar con un paso más firme. "Se hace camino al andar", decía el mismo autor.
Resolver el conflicto sucederá en el momento justo. De la misma manera en que en una película vamos comprendiendo el argumento a medida que avanza la película, en nuestra vida sucede lo mismo. Los problemas no se acaban hasta que realmente llegan a su fin y los conflictos no se resuelven hasta que realmente se resuelven. Tanto como pacientes como terapeutas, de repente hablando con alguien o en solitario comprendemos lo que está ocurriendo, sin lugar a dudas: ese es el momento justo y es fácil reconocerlo. Pero no se puede forzar.
A veces me pregunto qué hizo que mis parientes o amigos murieran de cáncer antes de que yo conociera la NMG. Algunos de esos procesos es posible que hubieran acabado con éxito de haber sabido lo que sé ahora. Pero sucedió antes y yo no lo elegí. De la misma manera que si nos vemos a nosotros mismos ante un proceso veremos que no lo podemos controlar. Cada tejido se tomará su tiempo para repararse y como máximo nosotros tendremos que colaborar con paciencia y comprensión, tratando de no generar nuevos conflictos. Si entramos en solución de algo muy antiguo tendremos que vivir con ello y llevarlo con la máxima calma y comprensión. Y nuestra vida está llena de antiguos conflictos que se iniciaron probablemente ya desde que estábamos en el vientre de nuestra madre, así que es probable que no podamos evitar entrar en solución de algún tema u otro, especialmente si somos personas que viven a fondo la vida. Sé que hay muchos vídeos que hablan de cómo la creencia lo cambia, pero de momento no he visto a nadie que haga cicatrizar una herida a voluntad. Sólo lo he visto en vídeos. Cuando lo vea lo podré validar. Antes se tratará de una creencia. No lo niego (al contrario, pienso que todo es posible), lo que digo es que las personas que creen en ello sin haberlo validado en su propia vida caminan por encima del barro y quizá necesitarían toda su energía para hacerse cargo de lo que verdaderamente les ocurre en lugar de malgastarlo de un lado para otro, gastando tiempo y dinero.
Centrarse en el presente nos posibilita confiar en que la información que tenemos es perfecta para el momento presente y que a cada momento tendremos la información que vayamos necesitando. Y si hay algo que podemos realmente hacer es: caminar, seguir avanzando, levantarnos si caímos, aplicar lo que aprendimos...
La única manera de llegar a comprender es avanzar en el camino para tener mejor y más amplia perspectiva de lo que se andó. Para ello hay que levantarse cada vez, confiando en que llegado el momento se comprenderá lo que ahora no se ve con claridad. Como terapeutas, lo más importante es animar a seguir caminando. Ofrecer esa mano que anima a levantarse y a seguir. Esa mano que confía verdaderamente en la vida.
Seguir caminando es una clave fundamental de la curación y de la salud. No un atajo, sino una verdadera llave que nos abrirá una puerta a una mayor comprensión.
Marisa Ferrer
5/12/2017
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