En todo momento podemos trazar un círculo imaginario a nuestro alrededor donde se unen el cielo y la tierra. Se trata del horizonte. Ese círculo siempre es relativo a quien lo observa, de manera que la salida y puesta de sol son relativas a ese observador situado en un cierto punto.
Además del horizonte, el ser humano ha observado una línea por la que va pasando el sol a lo largo de un año en un fondo de estrellas que forman siempre los mismos dibujos, salvo unos pocos cuerpos luminosos que se mueven entre ellas. Ha llamado a esa línea "eclíptica", porque es la zona donde ha observado que suceden los eclipses. Alrededor de esa eclíptica ha imaginado una franja de 18º, 9º por encima y 9º por debajo, en cuyo interior va pasando el sol, a través de ciertos dibujos que forman las estrellas entre ellas: el zodiaco.
El plano de esta línea que llamamos eclíptica está inclinado respecto al ecuador del planeta en aproximadamente 23,45º y es lo que causa la sucesión de las estaciones.
El aparente recorrido del sol y el resto de objetos estelares por la franja zodiacal ha sido estudiado por miles de años por los sabios videntes y sus propiedades son lo que se ha resumido en números, historias, colores… de los signos. Para quienes lo han contemplado, ciertas formas de animales y seres del zodiaco contienen las claves de los acontecimientos periódicos que se repiten durante la vida de esta creación. No se trata de formas aleatorias carentes de significado, como podría creerse.
Las formas de animales y seres humanos de los signos son de un gran simbolismo. Contienen las claves de los acontecimientos periódicos que se van repitiendo durante la vida en esta creación. Siguiendo cierta periodicidad, ciertos ciclos se van repitiendo mientras van sucediéndose ciertos argumentos. Se trata de la esencia de lo que ha intentado estudiar la astrología a lo largo de todas las épocas y civilizaciones.
Esas formas que adquieren los grupos de estrellas vistas desde la tierra existen como formas-pensamiento en la mente de la Tierra. Los átomos de la tierra en su paso por mineral, vegetal, animal, humano y suprahumano han pasado por esa forma. Así, la tierra estaría moldeada por esos patrones que dan forma a los seres en el transcurso del tiempo.
Las formas de animales y seres humanos de los signos son de un gran simbolismo. Contienen las claves de los acontecimientos periódicos que se van repitiendo durante la vida en esta creación. Siguiendo cierta periodicidad, ciertos ciclos se van repitiendo mientras van sucediéndose ciertos argumentos. Se trata de la esencia de lo que ha intentado estudiar la astrología a lo largo de todas las épocas y civilizaciones.
Esas formas que adquieren los grupos de estrellas vistas desde la tierra existen como formas-pensamiento en la mente de la Tierra. Los átomos de la tierra en su paso por mineral, vegetal, animal, humano y suprahumano han pasado por esa forma. Así, la tierra estaría moldeada por esos patrones que dan forma a los seres en el transcurso del tiempo.
A través de escrituras antiguas y narraciones han llegado a nosotros relatadas en forma de alegorías ciertas partes de esa memoria recogida en todos los tiempos por sabios videntes. Este cinturón zodiacal contiene las fórmulas de los misterios. En él se encuentran las claves de los relatos de las rondas, razas, individuos y sucesos de su vida diaria.
Según esta visión considerada iniciática, el zodíaco en cuanto a limitación protege al individuo pero también le instruye en su destino. A medida que se despliega su conocimiento, le guía, le muestra el camino de la libertad y la maestría en este universo.
Según esta visión considerada iniciática, el zodíaco en cuanto a limitación protege al individuo pero también le instruye en su destino. A medida que se despliega su conocimiento, le guía, le muestra el camino de la libertad y la maestría en este universo.
Esos relatos alegóricos están contenidos y forman la esencia de las escrituras sagradas del mundo. Éstas siguen de esta manera ciertas claves astrológicas cuyo conocimiento es imprescindible para descifrarlas correctamente. Según se explica en ciertas tradiciones, las escrituras sagradas son obras impersonales que, en su correcta interpretación, permitirían al ser humano la entrada a la comprensión del universo y su devenir.
Para quien no conoce las claves astrológicas, las historias de las escrituras sagradas no son más que agradables y desagradables historias escritas casualmente por los hombres, con un mayor o menor grado de manipulación a lo largo del tiempo. En su intento por comprenderlas desde el puro análisis formal, el ser humano se pierde en cientos de teorías que no hacen más que introducirlo en una espesa cortina de humo que afecta directamente a su experiencia en este mundo, cerrándole cualquier puerta a la comprensión.
Para quien no conoce las claves astrológicas, las historias de las escrituras sagradas no son más que agradables y desagradables historias escritas casualmente por los hombres, con un mayor o menor grado de manipulación a lo largo del tiempo. En su intento por comprenderlas desde el puro análisis formal, el ser humano se pierde en cientos de teorías que no hacen más que introducirlo en una espesa cortina de humo que afecta directamente a su experiencia en este mundo, cerrándole cualquier puerta a la comprensión.
Ateniéndonos a esta dimensión de la astrología, podemos tener un atisbo de la importancia de la clave astrológica y lo grave que ha sido su perversión a lo largo de los últimos siglos, apartándola del conocimiento verdaderamente científico para dejarla desnuda de sabiduría y convertida en una broma pesada difundida por charlatanes sin el más mínimo conocimiento de su dimensión sagrada. Separar la astronomía de la astrología ha supuesto cerrar ocasionalmente la puerta a la verdadera dimensión de este saber. Para un conocedor de las claves, se trata de un doloroso empobrecimiento de la antigua astrología que raya en lo grotesco.
Para la historia oficial, el conocimiento astrológico se remonta hasta Babilonia y Egipto. Sin embargo, a tenor de los estudios lingüísticos de la estudiosa de origen ecuatoriano Ruth Rodríguez Sotomayor, podemos afirmar sin lugar a dudas que, como mínimo, nos podemos remontar mucho más atrás, a etapas que ahora nos parecen remotas y ni siquiera son contempladas por la historia oficial del planeta, lo que la investigadora llama Preamérica. A través del lenguaje como testimonio, como recoge en sus libros, la autora une el conocimiento de Preamérica con el de la India, Egipto, Babilonia, China y las grandes civilizaciones, como un todo indivisible en su dimensión más profunda.
Marisa Ferrer
12/7/2017